La población se ha dado a la fuga. A ojo, la mitad de la población se ha largado y la otra mitad se muere de ganas y quizá acabe haciéndolo. El pasado fin de semana, la soledad era el sentimiento no del poeta, sino del peatón. Los coches circulaban despacito, incrédulos, preguntándose si no se habrían equivocado de calle. Alrededor de los monumentos, la vista se recrea en las piernas largas y los pantalones cortos de las mujeres nórdicas, pero más allá apenas queda el vacío de una ausencia, evidente e indefinida. Las golondrinas hace poco que nos han dejado, las hecho de menos precisamente ahora.
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