El andamio


¿Han visto esas películas en las que el metro pasa por en medio de los rascacielos en alguna gran ciudad americana? En Nueva York, pongamos por caso. Algo así parece ahora el Racó de la Calma, donde están la casa Rocamora, el Cau Ferrat y el museo Maricel. Quien ha conocido ese rincón en sus buenos tiempos siente que se le encoge el corazón. ¡Qué han hecho con este trocito de cielo...!

La comparación con el metro de Nueva York no es baladí. Una señora preguntaba a otra qué eran esos andamios, y ésta respondió que estaban trabajando en el metro de Sitges. Tal lo dijo, tal les cuento, y se lo creyó. A su lado, una pareja comentaba el asunto del andamio: Qué raro, no me acordaba que esta calle fuera cubierta. Sí, mujer, y bien cubierta que estaba. Pues qué mal gusto, ¿no? Ya se sabe, la arquitectura contemporánea es lo que tiene.

Algunos afirman que ese andamio tan grande sostiene al conjunto arquitectónico y van por ahí dándoselas de listos. Se estaba cayendo, dicen, y si no es por este andamio... Pero no es un soporte estructural del edificio, sino un andamio muy grande diseñado para soportar el peso de materiales y andamios menores. Pero es cierto que los museos se caían, por culpa de tantos años de abandono y desidia. De tales males, tales remedios.

El andamiaje, la grúa y los pesados camiones cargados de cascotes que corren arriba y abajo conseguirán que cualquier reforma parezca buena, una vez desaparezca toda la tramoya y tanto ajetreo. Cuando vuelva a verse el blanco de las paredes y el azul del cielo daremos por bueno lo que nos echen.

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