Palabra de presidente


Cuando escribí La conjura de Perregaux, pensé que no podría llegar a ninguna parte. Pero cayó en manos de la Agencia literaria Antonia Kerrigan, que creyó en mí y en mi obra (lo que es mucho creer) y poco después presumía de agente literario y de un contrato con Plaza y Janés. El asunto pintaba tan bien que ya miraba los catálogos de villas toscanas y practicaba el inglés para negociar el guión con Spielberg, pero la obra pinchó y sólo vendí unos 3.000 ejemplares. Por eso sigo en una oficina de la administración pública, en vez de ganarme la vida de manera honesta, honrada y honorable. Voy a sincerarme: me llevé un chasco. Sigo sincerándome: es de lo mejorcito que me ha pasado nunca.

Me quejo yo de mi chasco, pero los hay más sonados. Sin ir más lejos, el desafortunado señor don Gordon Brown, recién abandonado el cargo de primer ministro, después de perder las elecciones, publicó en abril The Change we Choose (El cambio que elegimos), una recopilación de sus discursos entre 2007 y 2009. Pues anuncia The Daily Telegraph, con muy mala leche, que el señor Brown sólo ha vendido... 32 ejemplares. Es más, el libro costaba veinte libras y ahora ya se vende por seis, por ver si se lo sacan de encima. Para más inri, Amazon sitúa The Change we Choose en el número 262.956 de sus listas de éxitos. ¡Pobre señor Brown!

En Cataluña, esas cosas no pasan. Publicacions de la Generalitat de Catalunya ha publicado los discursos de Jordi Pujol en una colección propia (Paraules del President). Allí encontrarán todos los discursos públicos del personaje desde 1988 hasta que se retiró, cuidadosamente recopilados y editados. Maragall y Montilla, los sucesores en el cargo, también han publicado sus discursos en esta prestigiosa editorial, lo mismo que los diversos presidentes del Parlamento de Cataluña. Se pueden comprar volúmenes con varios discursos (entre los once y los veinte euros por volumen) o discursos singulares cuidadosamente encuadernados (a cuatro euros la unidad, más o menos). Últimamente, los presidentes cuentan con sitio web propio y allá cuelgan sus palabras para goce del personal, ahorrando montañas de papel impreso y prescindible. ¿Cobran derechos de autor, los presidentes? Creo que no, pero no puedo asegurarlo.

¿Cuántos de estos libros se venden? La pregunta pertinente es ¿los compra alguien? Entre nosotros, creo que no los compra nadie. Se tiran más de mil ejemplares de cada uno (en algunos casos, más), eso sí que lo sé, que acaban todos en las bibliotecas públicas o en el despacho de los directores generales. La calidad literaria de estos discursos es, en el mejor de los casos, pésima, aunque mi opinión puede no ser compartida. Cada volumen editado viene a costar, con una tirada de mil ejemplares, un mínimo de seis mil euros. Lo que cuesta un sitio web presidencial debe de ser una obscenidad, no quiero ni saberlo.

Podemos afirmar que si Gordon Brown hubiera sido catalán, no estaría tan triste. Los presidentes que hemos sufrido hasta ahora en Cataluña se llevan a casa una pensión vitalicia, un despacho (en el Paseo de Gràcia, por ejemplo), un coche oficial con chófer y una secretaria, todo a cargo del erario público. Los discursos del señor Brown entre 2007 y 2009 estarían en todos los despachos oficiales del Gobierno Británico (catalán, perdón), decorando las estanterías de los cargos electos y digitales. No cobraría derechos de autor, pero ¿para qué los hubiera querido? Su ego estaría más que satisfecho, y su comodidad, asegurada. Pero el señor Brown es inglés y como inglés ha tenido que buscarse una editorial de verdad que quiera publicar sus discursos y conformarse con el veredicto del mercado. Eso sí: quien no se consuela es porque no quiere. El señor Brown se habrá llevado a casa aproximadamente sesenta euros en concepto de derechos de autor.

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