Origen (Inception)

¿Quién dijo que la vida es sueño y los sueños, sueños son? Pues de eso va Origen (en inglés, Inception), una película de dos horas y media dirigida por Christopher Nolan para la Warner Bros. en 2010 (se acaba de estrenar, como quien dice). El señor Nolan fue el director de la última de Batman, El caballero oscuro, de la que hereda una música machacona, muy presente en el metraje para aportar tensión y desasosiego, y un discurso grandilocuente y épico, muy propio del cine como espectáculo del siglo XXI, una pompa que aparenta discursos de mucha enjundia que son, en realidad, apenas esbozos de discursos mucho más interesantes que los guionistas dejan para la sobremesa o para las series de la HBO.

El espectáculo está asegurado con escenas acrobáticas y fascinantes: el París que se pliega sobre sí mismo, la pelea en el pasillo del hotel, la ciudad imaginada en sueños por el protagonista, la persecución de la locomotora... Los efectos especiales merecen una mención especial, en efecto, y la pirueta del guión, también, porque una cosa es ser superficial (que lo es, relativamente) y otra es no liarse con el embrollo de sueños dentro de sueños que a su vez están dentro de otros sueños, etcétera, empresa que tiene su mérito y de la que salen airosos los escritores. Pero Nolan se estrenó en el cine com Memento, ¿recuerdan?, una película magnífica narrada al revés, del final hacia el principio, y ya estará acostumbrado a estos equilibrios.

Puede verse. Es muy entretenida, ya les digo. Si perdonamos sus pretensiones, puede pasar por buena y de hecho son muchos los que ya mencionan Inception como una pequeña revolución en las películas de ciencia-ficción. Algo de eso hay. Me juego lo que quieran a que pronto tendremos las pantallas llenas de imitadores.

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