El entierro de Caravaggio




Mi corresponsal en Roma me ha puesto al tanto del caso. El (segundo) entierro de Caravaggio ha sido polémico, y ahora les explicaré por qué.

En primer lugar, hay tres alcaldes implicados en el caso. Michelangelo Merisi se hizo llamar Caravaggio porque decía que había nacido allí, en Caravaggio, en el seno de la familia de un maestro de obras al servicio de los Sforza. Giuseppe Prevedini, alcalde de Caravaggio, será el primer protagonista. Sin embargo, no son pocos los que sostienen que Michelangelo Merisi nació en verdad en Milán, en 1571, y que Caravaggio no era más que el pueblecito del que provenía su familia, que vivía en Milán. A esta legión de caravaggistas se suma, en efecto, la alcaldesa de Milán, Letizia Moratti. Pero ¿dónde murió Caravaggio? En Porto Ercole, del municipio de Monte Argentario, que tiene como alcalde a Arturo Cerulli. No nos olvidemos de Silvano Vinceti, de Rávena, que presidió la comisión que autentificó los restos del pintor.

El caso es que Michelangelo Merisi nunca dijo dónde ni cómo quería ser enterrado. Le faltó tiempo a la señora Moratti para reclamar los huesos del pintor. Quería que reposaran en el Panteón del Cementerio Monumental de Milán. Caravaggio es nuestro, que se quede aquí, proclamó la Liga Norte milanesa, aliada del PDL, el partido de Berlusconi y de la señora Moratti. Antes que en Milán, en Porto Ercole, respondió el alcalde de Caravaggio, picado. En Porto Ercole, encantados, pues los huesos del pintor han atraído a treinta mil curiosos en apenas un mes (a dos euros por curioso, calculen ustedes). La polémica se encendió, atizada por los localismos y la oposición política de unos y otros. Al final, el señor Vinceti inclinó la balanza a favor de la iglesia del cementerio de Porto Ercole, donde fueron hallados sus restos. Allí murió, allí fue sepultado, dijo.

No satisfechos con el espectáculo, dejaron leña para el fuego en la misma ceremonia del (segundo) entierro de Caravaggio. Un bergatín de dos palos transportaría los restos de Cala Galera a Porto Ercole, simulando la última etapa del desgraciado viaje que le costó la vida al pintor. Pero ¿de quién era el bergatín? De Cesare Previti, ni más ni menos. ¿Y quién es Cesare Previti? Un abogado tramposo y envuelto en numerosos asuntos si no sucios, sucísimos, relacionados con Silvio Berlusconi, asuntos que procuraron la inmensa fortuna del que ahora es primer ministro italiano. Un tipo, en fin, poco recomendable, pero que veranea por la zona y que, en un arranque de amabilidad, puso su velero Barbarossa al servicio de las ceremonias del funeral. Faltó poco para atizar el escándalo. ¿Qué pinta Previti en todo esto? ¿Qué está maquinando? Nadie en Italia cree en la casualidad si se menciona la persona de Previti.

Necesitábamos un velero y el accedió a prestarnos el suyo, ha dicho el alcalde de Monte Argentario. Luego, para disimular, ha añadido (cito) que Hace cuatro siglos, el mar nos trajo a Caravaggio. Cuatro siglos después, el mar nos lo ha devuelto. Qué bonito. Me pregunto qué diría Michelangelo Merisi si viera la que se ha organizado por su culpa. O desnuda los aceros y corta por lo sano o lo celebra con vinos, no sé yo.

En las fotografias, Cesare Previti, velero y señora, según la edición florentina de La Repubblica, y las autoridades y los huesos del pintor según Panorama.it.
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NOTA (13 de agosto): Este artículo ha sido corregido. Mi corresponsal en Roma me ha dicho que la alcaldesa de Milán no es de la Liga Norte, como yo había dicho, sino del PDL, el partido de Berlusconi, aunque la Liga Norte también ha reclamado los huesos de Caravaggio para Milán. Agradezco la corrección.

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