El miércoles corrió la voz. Después de Creixell, en Tarragona, el segundo ayuntamiento catalán en quiebra era el de Sitges. Pero el jueves se desmintió la noticia, aunque los munícipes reconocen que, si no están en quiebra, es por tan poco... Lo que dicen las cuentas provoca espanto, y lo que dice el Ayuntamiento, también, pues asegura que sólo tiene capital para pagar el 10% del presupuesto de este año.
Sitges debe 43 millones de euros a sus proveedores (siete de estos millones ¡están todavía por contabilizar!) y tiene un déficit de 22 millones de euros. Sumando, salen 65 millones de euros de deuda, que, repartidos entre los indígenas del lugar, en número de veintiochomil y pico, salen a 2.310 euros y 79 céntimos por habitante. No llega a la deuda por habitante de Cunit, de donde la infausta senadora, pero no anda lejos.
Poco a poco, después de las elecciones municipales van saliendo a la luz déficits que dan mucho miedo. La pregunta que nos hacemos es ¿cómo han llegado hasta aquí? ¿Por qué no echaron el freno con una deuda de diez millones? ¿O con una de veinte? ¿Cómo han podido llegar hasta los sesenta y cinco? Luego uno se pregunta en qué se ha gastado todo este dinero, ¿en algo provechoso? Ay, que mucho nos tememos que no será así.
Dicen que este año el castell de focs de la Festa Major será un señor con un megáfono y una linterna. Se pondrá en la Punta, donde la Iglesia de San Bartolomé, y encenderá y apagará la linterna gritando, megáfono en mano: ¡Pum! ¡Pum! ¡Pam! ¡Ratapán! ¡Pum!, y así, media hora. A más no llegamos, sostienen los indígenas.
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