Qué contento estoy, y qué contento estaría mi abuelo. El Boig de l'Arrabassada, tal era el mote de mi antepasado, pilotó una Harley-Davidson de carreras hasta que el matrimonio y la descendencia le obligaron a sentar cabeza. Las paellas de la carretera del Tibidabo se vieron libres del audaz motociclista, un ejemplar único en aquellos lejanos años treinta, en los que cosechó fama de imprudente, alocado y singular. Hoy, muchos años después, se celebran los Barcelona Harley Days, en los que, de ser como mi abuelo, me encantaría participar.
Estos días son todo un acontecimiento motociclista. En Europa tenemos el Harley-Davidson Eurofestival de Saint Tropez, Francia, o los Hamburg Harley Days, en Hamburgo, Alemania, pero Barcelona se lleva la palma. Es la reunión de Harley-Davidson más multitudinaria de Europa y su Flag Parade, el desfile que culmina tres días de fiesta, es el más numeroso que se conoce en el continente. Cuentan que este fin de semana han pasado 18.000 Harley-Davidson por Barcelona, y que han desfilado más de diez mil el domingo por la mañana.
Los pop-pop-pop de las Harley-Davidson al ralentí, en los semáforos, o el brooooop que hacen al arrancar han formado parte del paisaje sonoro de la ciudad estos días, y algún cromosoma de mi abuelo materno provoca que ese rugido consiga ponerme los pelos de punta y contemplar con añoranza, quizá con melancolía, el desfile de los motards. Ah, si fuera uno de ellos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario