El andar patoso y ese ruido como de chapoteo, clap, clap, señala al caminante que calza chanclas. El uso de este calzado se extiende por todas partes. No hay guiri que se precie que no calze chanclas, que han sustituido al añorado zapato con calcetines blancos. Pero los indígenas se han apuntado al carro y la chancla ya forma parte de nuestro paisaje pedestre, para regocijo de los podófilos.
Sin embargo, las chanclas cuentan con muchos enemigos. El principal argumento de los enemigos de las chanclas es que es de mala educación salir de casa con chanclas en los pies. En cambio, una sandalia mínima puede ser elegantísima, en una mujer. También se argumentan cuestiones estéticas, odoríferas o salubres. Pero los chanclistas no se dan por aludidos y se anuncian con el clap, clap, de sus pasos torpes y desnudos.
No lo tendrán fácil en Málaga. Están en fiestas, pues se inicia la Feria de Málaga. El gremio de hostelería de la ciudad ha avisado que no servirá ni de comer ni de beber a los que calcen chanclas, como les digo. ¿Que hace un calor de mil demonios? Pues, sí, pero de chanclas, ni hablar.
Parece que el anuncio va en serio. Aunque el presidente de tal gremio ha declarado en la radio que ya es hora de defender la elegancia en el vestir cuando uno sale a la calle, la versión oficial del gremio es que quien calza chanclas puede cortarse fácilmente con una botella o un vaso roto y luego, ya ven, al dueño del bar le cae una denuncia por daños y perjuicios, por dejar cristales en el suelo para que los clientes se hagan pupa, práctica muy habitual en Málaga cuando las fiestas. Así que, para evitar demandas y daños, aquí no se sirve a los que vayan con chanclas y sanseacabó.
La noticia, no hay que decirlo, ha sido polémica. Por el momento, el Gobierno se niega a intervenir con la excusa de las elecciones, no fuera a perder votos de hoteleros o chanclistas.
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