En inglés le llaman shuttle, y se ha traducido como lanzadera (o transbordador). Quizá fuera más correcto hablar de un planeador espacial, aunque, a decir de los astronautas que la han pilotado, tiene de planeador lo que un ladrillo. En todo caso, la lanzadera espacial ha sido el emblema de la conquista del espacio durante décadas y, ay, la echaremos de menos. Al menos, yo, que de pequeñito quería ser astronáutico y de mayor me dejo fascinar por los cohetes y la carrera del espacio, sabiendo que no orbitaré jamás el planeta que me vio nacer. Qué extraña es la nostalgia, que se siente por cosas imposibles.
El programa de lanzaderas espaciales ha tenido serios problemas. Una lanzadera tiene más de dos millones y medio de piezas. Por pura estadística, alguna falla, siempre. Además, el programa ha costado el doble de lo previsto inicialmente, las lanzaderas han hecho la mitad de los viajes que se habían programado en su inicio y dos de estos aparatos reventaron en pleno vuelo, uno al despegar y otro al aterrizar, llevándose por delante a catorce astronautas. Las lanzaderas nacieron, además, como sistemas militares, y sus primeros vuelos portaron cargas clasificadas como secretas (satélites espía y demás).
Pero su parte positiva es también muy notable. En primer lugar, han demostrado que es posible reutilizar una nave espacial. En segundo lugar, han hecho posible la Estación Espacial Internacional y el telescopio Hubble. Sólo con los datos del telescopio Hubble los astrónomos y los físicos tienen material para pasárselo en grande los próximos cincuenta años, pues, como dijo uno, el espacio es el laboratorio de alta energía más grande del universo. Nunca hemos tenido el espacio tan cerca como hasta ahora.
La Atlantis alzará su último vuelo uno de estos días, si el tiempo lo permite. Cuatro astronautas realizarán el último viaje. A partir de ahora y durante unos años, los americanos tendrán que viajar al espacio en cohetes rusos (ex-soviéticos). Luego, en cápsulas y cohetes de empresas privadas yanquis (por ahora, dos empresas están desarrollando sus propias naves para los vuelos de la NASA). La NASA, esa grandísima institución, vive horas bajas, de recortes y despidos. Añora la Edad de Oro, cuando se hablaba de la conquista del espacio. Yo también añoro esa sensación de maravilla que provocó la nave Apollo o la Columbia, alzándose sobre Cabo Cañaveral, pidiendo pista, que allá voy.
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