San Nicolás tiene dos patronímicos. Uno es San Nicolás de Myra y el otro, San Nicolás de Bari. De Myra, Turquía, porque fue obispo en aquella ciudad. De Bari, Italia, porque es ahí donde reposan sus restos. La tradición en Bari sostiene que unos cristianos los trajeron de Myra cuando los musulmanes ocuparon la ciudad.
San Nicolás vivió en el siglo IV y es un santo popular. Más de dos mil templos en todo el orbe cristiano llevan su nombre, es el patrón de Rusia, Grecia y Turquía y no se olviden de la Navidad. Porque, sí, damas y caballeros, San Nicolás es invocado entonces llamándole Santa Claus o Papá Noël.
En el santoral católico se le representa con túnica, barba y acompañado de un cubo del que asoman tres niños. Tal es así porque en uno de sus milagros más célebres resucitó a tres niños que un malvado había matado y cocinado al horno. No pregunten los detalles, pero los comensales se quedaron de una pieza al ver a las criaturas salir de la fuente por su propio pie. Por eso y por regalar juguetes a los niños que atendían a sus sermones, Nicolás es venerado por los tiernos infantes católicos y por todos los demás cuando se acerca la Navidad.
La cuestión de la barba de San Nicolás también tiene su intríngulis. La mandó quemar el emperador Licinio, que lo tenía preso. Constantino se cargó a Licinio y liberó a Nicolás. Suponemos que le volvió a crecer la barba, pero no lo podemos asegurar. ¿Será patrono de los barberos?
Que vista de rojo, en pijama de dormir y con botas, es cosa de la Coca-Cola, no del Vaticano. En verdad, San Nicolás llevaba un pijama verde; así se le representaba en Rusia. También se representaba alto, delgado y moreno, con los cabellos negros propios de un santo meridional. Pero la Coca-Cola quiso aprovechar la fama de San Nicolás y lo vistió con sus colores, el rojo y el blanco. El refresco azucarado le hizo criar barriga. Así se ha quedado, gracias a una de las campañas de publicidad con más éxito en el imaginario colectivo.
Aunque fue martirizado en vida (recordemos el asunto de la barba), no es un mártir. Murió de viejo. Pronto fue santo. Patrono de los niños, de los marineros, de las personas acusadas injustamente, mediador en los problemas de las mujeres casaderas, etc., no le falta trabajo. Pero son dos patronazgos los que le traen de cabeza. Véase.
Los prestamistas y por extensión los banqueros lo tienen por patrono. A decir de la tradición, Nicolás tenía dinero de sobras, que empleaba en hacer buenas obras. Se ordenó sacerdote y se desprendió de todo en beneficio de los pobres. Los banqueros, en cambio, siguen el camino contrario, que es desprender de todo a los pobres para su propio beneficio. Son dos puntos de vista del principio de la redistribución de la riqueza.
También es el patrono del gremio de las prostitutas. Compró un burdel a precio de oro para liberar a las cortesanas de sus obligaciones carnales y desde entonces las meretrices lo tienen en un altar.
Santo de putas y banqueros, quién nos lo iba a decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario