Yo no he sido, han sido los sondeos


Máquina para contar en latín.

Una de las razones por las que Cataluña no va bien es que tenemos las matemáticas muy descuidadas. Mejor dicho, no nos salen las cuentas por ninguna parte. Por ejemplo, no sabemos contar manifestantes. Nos parecemos a esas tribus de la Melanesia que cuentan uno, dos, tres y muchos; los catalanes contamos los manifestantes diez mil, veinte mil, treinta mil y más allá de treinta mil, un millón.

Otro ejemplo notable es la imposibilidad manifiesta del Gobierno de la Generalidad de Cataluña de cuadrar las cuentas de la Tesorería a final de cada mes. A los hechos me remito: el conseller de Economía y Conocimiento no sabe ni contar ni peinarse. No sé cuál de las dos cosas es más preocupante.

Tampoco sabe cómo funcionan las gafas.

Hay más ejemplos, que el lector sabrá encontrar sin mi ayuda, estoy seguro. Pero ha sido la estimación de voto de los catalanes en las últimas elecciones la que ha vuelto a poner en evidencia nuestra poca destreza matemática.

Hasta tal punto se ha metido la pata que don Jordi Argelaguet, directo del Centro de Estudios de Opinión (CEO), el instituto demoscópico de la Generalidad de Cataluña, ha puesto su cargo a disposición del gobierno. El CEO había predicho que CiU obtendría 71 escaños en las elecciones al Parlamento de Cataluña, 71 por lo bajo, que bien podrían ser algunos más. El CEO aseguró que triunfaría la apuesta de don Artur Mas para obtener una mayoría suficiente (que luego, con el calentón electoral, pasó a ser excepcional) y gobernar a sus anchas, para privatizar a discreción, recortar a destajo y agitar banderas en demasía.

El día de las elecciones, CiU apenas sumó 50 diputados. Fue, en efecto, un resultado excepcional, un ridículo de padre y señor mío, un fiasco monumental.

No vale cebarse con el señor Argelaguet, del CEO. Las empresas demoscópicas privadas también metieron la pata. La Vanguardia vaticinó 67 diputados para CiU; TV3 i TD8 contrataron a dos empresas privadas que, a pie de urna, el mismo día de las elecciones, repito, el mismo día y a pie de urna, pronosticaron entre 62 y 64 diputados; otros periódicos como El País, ABC, El Mundo o El Periódico hablaron todos de sesenta o más diputados de CiU a una semana de la votación. Luego CiU sacó lo que sacó.

Publicado por La Vanguardia. No dieron una.

El Líder Patrio, un Mesías de opereta, prometía un paraíso fiscal, nacional y orgásmico como reclamo infalible y los intelectuales del régimen se sumaron al carro con fervor de pelotas y lameculos. En las tertulias radiofónicas, televisivas y periodísticas catalanas, la prensa se arrimaba a la idea de mayorías excepcionales, voluntades populares y derechos a decidir por aclamación. Por convencimiento o subvención, los de siempre predicaban una abundante mayoría social: la deseaban y la pronosticaban. Tenían ganas de una victoria apabullante. La daban por hecha. Se lo pedía el cuerpo y el jefe de redacción.

Mas, sin afeitar.

La campaña del todo o nada del líder patrio don Artur Mas fue jaleada con fanatismo mercenario por un ejército de tertulianos de opinión inequívocamente favorable a quien les viene pagando el sueldo. Qué lince, nuestro líder; qué valiente; qué hábil; qué bien ha sabido captar e interpretar la voluntad del pueblo. Las voces prudentes o escépticas eran ahogadas como se ahogaban las voces de la oposición en un parlamento búlgaro de antaño.

 
Resultados electorales de la noche del 25 de noviembre.

Cincuenta diputados después, estos grandísimos y sabios tertulianos todavía están buscando excusas para disimular tal metedura de pata. Una semana más tarde, se descubren titubeos y balbuceos entre estos personajes de parla habitualmente sentenciosa y perspicaz. No saben muy bien qué decir, porque la dura realidad tiene muy poco que ver con su pronóstico político-social.

La dura realidad.

El señor Mas ha protagonizado un acto electoral que no ha hecho más que perjudicar a los catalanes, poniendo las cosas más difíciles para todos en el peor momento posible, y no ha tenido la vergüenza de dimitir. Pero los periodistas de los que hablo, tampoco, y han protagonizado el mayor ridículo que se recuerda en una campaña electoral.

Nadie es responsable de nada, mucho menos de una flagrante estupidez. Por lo tanto, se necesitan culpables. La mejor excusa que tienen a mano todos estos malandrines es que las empresas demoscópicas (incluyendo el Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad de Cataluña) no saben hacer su trabajo.

¿Tienen razón?

Para exponer su posición en este asunto, la Asociación de Empresas de Investigación de Mercados y Opinión (ANEIMO) ha publicado una extensa nota de prensa.

En primer lugar, solicita una reforma de la Ley Electoral española, que permita publicar sondeos la semana anterior a las elecciones. El negocio, lo primero.

Luego plantean sus excusas.

Dicen que la crisis ha hecho que los medios catalanes no gastasen tanto dinero en sondeos, lo que, cito, ha obligado a trabajar con menos recursos de los necesarios en situaciones complejas como la descrita, y en la que las muestras disponibles, permiten realizar análisis con menor profundidad, y por lo tanto, con un mayor margen de error en sus resultados. Pagas menos, acertarás menos. Fijo.

La segunda cuestión: se detectó un cambio de opinión a gran velocidad. Dicho de otra manera: una opinión que parecía mayoritaria se asentaba sobre una base poco sólida, que se iba desmenuzando. A medida que el ciudadano reflexionaba, abandonaba tal opinión. Hubiera sido recomendable realizar encuestas periódicas más frecuentes, para estimar mejor este proceso, dicen los expertos. Pero la ley electoral no lo permite. 

Quizá tuvo que ver una suma de acontecimientos muy atropellados en poco tiempo. La huelga general del 14 de noviembre apartó por unos instantes las banderas y mostró el problema del paro y los recortes sociales. Costó volver a ondear banderas con tanta libertad en la última semana de la campaña. Los indecisos (no tantos como se creía) se inclinaron a favor de las cuestiones sociales y dejaron de lado las nacionales.

La filtración de varios informes de la policía que acusaban de corrupción a la familia Pujol fue la guinda. Se destapó la caja de los truenos, pues, cierta o no esa información, la mayor parte de los catalanes la considera verosímil. Por eso, a decir de los expertos, la noticia no cambió el sentido del voto de la mayoría, pues no les hizo cambiar la opinión que ya tenían de la corrupción de CiU.

Sin embargo, lo que más influyó en el fallo de los sondeos fue que los catalanes no se atrevían a decir de verdad lo que pensaban. Se produce la "espiral del silencio", teoría por la cual se cree que una gran parte de la sociedad no es proclive a manifestar sus propias ideas públicamente si éstas son discrepantes de las ideas predominantes, generalmente expuestas a través de los medios de comunicación, existiendo un "voto oculto" difícil de detectar por los sondeos, dice ANEIMO, en su nota de prensa.

Los expertos en demoscopia emplean otras palabras, pero dicen que los catalanes tuvieron miedo a expresarse libremente. Una considerable cuarta parte de los catalanes miente si un desconocido les pregunta por su opinión política.

Me preocupa que sea así.

Entre otras cosas, porque ahora no sé si tenemos entre manos un problema de matemáticas o un problema de democracia.

1 comentario:

  1. Yo tampoco tengo claro a qué se debe la diferencia entre los resultados y las encuestas. Pero hay dos cosas que sí tengo claras:

    1) Que si una empresa publica un resultado de 50 escaños, no la vuelven a contratar más. Ni el Govern, ni la prensa afín al Govern, que es... toda.
    Del mismo modo que a nadie dentro del partido le pareció que convocar elecciones sea una mala estrategia. Bueno, quizá al calvo, que este resultado tampoco le viene mal porque ahora mismo está afilando el puñal.

    2) Que en Cataluña decir que uno vota según qué partidos, está muy mal visto. Especialmente el PP y C's (que es considerado el "filial" del PP). Uno puede afirmar con total libertad que ve diariamente "Mujeres Hombres y Viceversa", ó que le lanzó un cóctel molotov a la policía cuando le intentaban detener en el laboratorio de drogas de su casa okupa. Pero si dice que piensa votar al PP se convierte en un idiota, asesino, fanático y principalmente facha. Es más, a mí, sin ser votante y sólo con afirmar ésto, ya me están diciendo que me está empezando a salir un bigote similar al de Charlot.

    Un saludo

    ResponderEliminar