¡Qué frío!



Los diarios de los viajes a Italia de Stendahl comienzan más al norte, en la Selva Negra, en 1816. Acaba de nevar. Es un contraste magnífico: el norte nevado, Italia, y en el paso de esta selva, el bello manto albino de árboles, prados y montañas. Pero el viajero no parece entusiasmado con esta suerte. Dirá: La campaña de Moscú me ha hastiado de los placeres de la nieve.

Un poco más adelante recordará por qué. Durante la gran retirada, se refugió con parte de la tropa en un viejo caserón abandonado que hacía las veces de hospital. Los cirujanos amputaban a docenas miembros gangrenados o congelados; el lugar se llenó de lisiados.

Para protegerse del frío, los soldados colocaban los miembros recién cercenados por los cirujanos en las ventanas, y así las tapiaban y evitaban las corrientes de aire. Con tan macabros ladrillos, consiguieron recomponer la casa y pasar una semana abrigados y ociosos, hasta que tocó marchar de nuevo.

También me hastiaría yo de los placeres de la nieve, conociéndola así.

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