Pues, va a ser que no


Éste lo venden por 50.000 dólares.

No puede uno fiarse ni de los agoreros. Que se acaba el mundo, que se acaba, y ¡zas! ¿Se acabó? ¡Anda allá que se acabó! Aquí sigue, tan puesto como siempre. De acabarse, nada.

Ahora me pregunto quién tendrá el valor de acercarse a uno de esos chalados que se ha encerrado en un búnker de hormigón armado y se ha provisto de armas y municiones de toda clase y condición, quién se le acercara para decirle: Perdone, caballero, que el mundo sigue, ya ve usted. La balacera que puede recibir a cambio de tan obvia declaración puede ser de cuidado. ¡Largo de aquí, zombi malvado! Zombi o lo que quieran, tanto da.


Lo peor del caso es que búnker, armas, municiones, combustible, víveres, utensilios de supervivencia y una selección de señoritas de compañía para garantizar la supervivencia de la raza humana y procurar solaz en la larga estancia subterránea (y acaso, una despedida fabulosa si al final no se sobrevive) cuestan una buena pasta. Un fusil de asalto decente sale por mil euros, con linterna incluída, culata extensible, mira láser y otras mandangas por el estilo que son muy chulas y tal; la munición sale por un ojo de la cara, a diez o veinte céntimos el cartucho de 9 mm, si los compra al por mayor, a tanto el kilo; la comida deshidratada, envasada al vacío y con todas las garantías habidas y por haber que aseguran que servirá para alimentar al desgraciado superviviente, cuesta lo que no hay; el búnker, lo que es el búnker, una millonada; de las señoritas, mejor no hablar. Si no se acaba el mundo, todo eso ¿quién lo paga?

Ya me daba que pensar que los vendedores de cosas para soportar el fin de los tiempos admitían el pago a plazos de arsenales y despensas. Pero ¿qué plazos, si el mundo se acaba?

Pues, va a ser que no, que no se acaba, y ahora hay que pagar todo esto, maldita la gracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario