No sé quién dijo que lo mejor del libro es el título. Otro confundió ¡Indignaos! con ¡Indignados! Alguno se ha atrevido a decir que es un manifiesto que cambiará la historia... En fin, se han dicho muchas memeces del libelo (i.e., pequeño libro) de Stéphane Hessel, Indignez-vous!, que publica Destino. Ni tanto ni tan poco.
El primer motivo de indignación son los cinco euros por las treinta y dos páginas de panfleto, dicho sin ánimo de ofender, que se leen en la cola que hace uno para pagar en caja, en un pispás. Pero también existe el consuelo de varias copias piratas en internet, que privarán a su autor de los beneficios de su apasionada y sesuda reflexión y de una merecida y feliz jubilación. Así se ahorra uno unas pesetillas y pone en entredicho el sistema opresor editorial-capitalista que manipula la cultura para volvernos a todos un poco más idiotas.
Pero hablemos en serio, aunque cueste.
¿Por qué ha organizado tanto revuelo Indignez-vous!? En primer lugar, porque su autor tiene una gran autoridad moral, en el sentido estricto del significado de moral. Es decir: el señor Hessel es un venerable anciano que Francia reconoce como antiguo luchador en la Resistencia y el mundo conoce por haber participado en la Declaración de los Derechos Humanos (1949) de las Naciones Unidas. Es una voz que merece ser oída, con la que uno podrá o no podrá estar de acuerdo, pero que reclama un poco de atención. Tiene mucho que decir.
En segundo lugar, porque el texto es poco más que un puñetazo encima de la mesa. ¡Espabilaos! ¡Indignaos! ¡No os dejéis carcomer por la indiferencia! Así, el mensaje se entiende, no hay más, y uno, que pilla que tiene derecho a cabrearse como una mona, se cree inteligentísimo y satisfecho por haber leído y comprendido un libro de arte y ensayo. (Luego veremos que ese uno se equivoca, seguramente.)
Aunque el señor Hessel presenta la exclamación (Indignez-vous!) como un signo de esperanza, lo que es a mí, después de haber leído el texto, me suena algo así como un grito de desesperación, como un ¿Qué demonios estáis haciendo? ¿Tantos esfuerzos como hicimos nosotros para... esto? Es una impresión, que no pretendo compartir, pero sí exponer.
Si uno entiende que el texto se dirige a los jóvenes (no es así, exactamente), uno se enfrenta a uno de los tópicos más conservadores de la historia de la filosofía política, pues ya Platón se quejaba de los aires acomodaticios y resignados de la juventud que le había tocado en suerte criar, y Maquiavelo, cuando habla de la virtú de un pueblo, da vueltas alrededor del peligro de la vida muelle y la falta de iniciativa política del común. Añado que un tópico conservador de la filosofía política puede ser un hecho cierto y comprobado, en algún momento y en algún lugar, que no se trata de un comentario despectivo.
Además, en Francia hace tiempo que van dándole vueltas a la falta de compromiso social, a la crisis de valores (quizá, al cambio de valores), a la aparente ineficacia de la democracia sostenida por ciudadanos acomodaticios y consumistas... Véase, por poner sólo un ejemplo, éste. El grito (tal es) del señor Hessel no es, pues, espontáneo, sino un grito que surge de una izquierda tradicional (en Francia, muy tradicional) que parece que ha perdido el norte, porque es incapaz de movilizar al personal y no sabe muy bien por qué. Que no se frote las manos la derecha, porque tampoco anda libre de preocupaciones.
Indignaos. El libro se resume en ese grito y poco más. Reflexiona acerca de lo que quiso en su día el Consejo de la Resistencia y evoca esa nacionalización de la banca, los recursos naturales y las compañías de agua y energía como uno de los grandes logros de la República Francesa de la postguerra. Dice que la privatización de todo eso trajo consigo una pérdida del poder del pueblo. Luego añade una denuncia contra Israel por lo que está haciendo en la franja de Gaza, porque Indignez-vous! surge de un improvisado discurso donde se habló de este asunto. Podemos estar de acuerdo con sus observaciones, pero acto seguido inicia un discurso a ratos confuso sobre el terrorismo y la no-violencia. Aunque Hessel se muestra partidario de la no-violencia, el discurso chirría porque ¿no fue Hessel un miembro de la Resistencia, ésa que luchó con bombas y atentados terroristas contra la ocupación nazi y los colaboracionistas de Vichy? Sale del lío como puede, más mal que bien, y retorna al grito de ¡Indignaos! y se acabó lo que se daba.
El texto es superficial (en apariencia) y no pretende ser otra cosa, pero se aprecia el bagaje político y filosófico de su autor. Así, menciona en varias ocasiones a Hegel, a Benjamin y a Sartre. Tengo la impresión que gran parte de los lectores de Indignez-vous! no han entendido de la misa la mitad, pues esa afinidad por Hegel, el historicismo que Hessel exhibe en repetidas ocasiones, las referencias a Sartre sobre la libertad o la crítica del pesimismo de Benjamin no son espontáneas, sino que merecen una lectura crítica e informada que no está al alcance de muchos. El resto tendrá que hacer un acto de fe y orillar la filosofía política oculta en tan pocas líneas. Dudo que sean muchos los que, entre tantos miles de lectores, sepan quién fue o qué dijo Benjamin, conozcan la ideología de Sartre o hayan entendido a Hegel. De hecho, dudo que nadie entienda verdaderamente a Hegel.
Eso, en Francia. En España, que desconocemos profundamente la historia de la Resistencia y la postguerra francesa, gran parte de lo que sostiene Indignez-vous! se nos escapa de las manos. Pocos lectores podrán hacer una lectura crítica del texto y se habrán quedado con el grito ése, que es, a fin de cuentas, lo menos importante del texto.
Llegados a este punto, los que me han oído hablar de Hegel imaginarán la cara que se me puso cuando el señor Hessel se declaró un profundo admirador del filósofo cantamañanas. Es paradójico que el filósofo del Absoluto, el ideólogo del absolutismo contemporáneo, sea el norte de los ideólogos que reclaman una revolución en la democracia europea. A mí, personalmente, se me ponen los pelos de punta. Poca broma, con Hegel, que es mala medicina.
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