Victor Hugo, en la misma época que los retratos de Marx que hemos visto antes.
Victor Hugo era un tipo fenomenal. Es decir, un fenómeno. Un tipo que no dejaba a nadie indiferente. El gran Flaubert decía de él que era el más grande escritor que había parido Francia; después de leer Los Miserables, dijo (textualmente) que era un mierda. Parece que la obra no le gustó.
Así era Hugo, grande, porque sólo los grandes son capaces de fascinar e irritar a los demás grandes con tanta intensidad. En política, lo mismo. Para muchos franceses fue un referente moral y para algunos, una molestia permanente, porque no dudó en defender sus propias ideas con verdadera pasión, pero también justa y ecuánimemente. No se mordía la lengua, vamos.
Victor Hugo cuando joven. Apuntaba maneras de genio y obstinación.
Era un diputado de la izquierda (de entonces) y conociéndole, no podía ser de otro modo. Si leen Los Miserables, sabrán por qué lo digo. Comenzó siendo conservador, y era natural que fuera así, porque era un burgués típico y le iba bien siéndolo. Pero, como ya he dicho, no podía tener la boca cerrada y denunciaba los abusos de poder con tanto énfasis que se vió, poco antes del golpe de Bonaparte, defendiendo el sufragio universal y la desaparición de la censura, combatiendo el monopolio de la Iglesia católica en la enseñanza y oponiéndose a la reelección del presidente (Bonaparte).
El diputado Baudin poco antes de ser víctima de los soldados de Carlos Luis Napoleón, el 3 de diciembre de 1851. Fue una de las primeras personas en caer bajo las balas de la sublevación militar y un mártir de la Asamblea Nacional. Hugo describe su suerte con especial intensidad.
Ni que decir tiene que cuando Bonaparte dió el golpe de Estado, se encontró con Victor Hugo enfrente, oponiéndose a sus designios. Activo contra el golpe de Estado, arriesgándose a morir fusilado, acabó en el exilio.
Ahí publicó Napoleón, el Pequeño, un panfleto que deja al que sería Napoleón III de vuelta y media. También publicó Los castigos, una novela que sucede en época del Segundo Imperio. Pero no nos olvidemos de Historia de un crimen, que comenzó a escribir el día después del golpe de Estado, en caliente, y publicó veinticinco años más tarde, una vez Francia libre y con la Tercera República.
Victor Hugo e Historia de un crimen.
Imagen promocional de Hermida Editores.
Ése es el libro que ha publicado hace poco Hermida Editores, traducido por Juan Samit Martí y prólogo de Jaime Fernández Martín.
¿Qué quieren que les diga? ¡Es Victor Hugo! Por lo tanto, es emocionante, apasionado, deslumbrante, aunque las más de las veces un lector español no sepa de qué le están hablando, porque se le escapa la historia de Francia. Bah, en unas páginas ese detalle no importa demasiado.
Un escuadrón de gendarmes a caballo víctima de la ira popular.
Luego llamaron a los cañones y se acabó la risa.
Hugo es justo en sus juicios. Si un diputado arriesga su vida o su libertad defendiendo la legalidad vigente, es alabado y aplaudido por Hugo, sea de izquierdas, de derechas o de cualquier otra parte. Lo que vale para un diputado, vale para un obrero, y sobran los ejemplos. Ahora bien, si uno es miserable o cobarde, no se preocupen, que Hugo lo deja en su sitio con maravillosa y contundente prosa.
Es la historia de una derrota y un desengaño, de una tragedia. Pero es también la historia de quien permanece fiel a sus principios, considera un deshonor incumplir la ley y un deber defenderla y defender al pueblo que se ampara en ella... ¡aunque el pueblo se resista a defenderse! Permanece la esperanza y el orgullo del deber cumplido. ¡Qué gran lección para todos nosotros! Pregunto (y me pregunto el primero) cómo nos comportaríamos ante una situación semejante.
Qué libro más diferente a Las Revoluciones de 1848 de Marx. Pero también, qué interesante comparar éste con Historia de un crimen. Dejo las conclusiones de la comparación al lector, si le apetece. Hugo es más divertido que Marx (quién pretenderá negarlo). Marx aprovecha un texto periodístico para otorgar la mayoría de edad al materialismo histórico y a las tesis marxistas de la lucha de clases, lo que no es poco.
Si me dan a escoger, prefiero leer a Hugo y las razones saltan a la vista. Si he de señalar cuál de los dos libros ha sido más influyente en la reciente historia universal, gana Marx de calle y sin discusión posible.
Si buscamos lecciones políticas o morales (vienen a ser lo mismo), tendríamos que compartir la pasión de Hugo por la justicia y aplicar el frío análisis de la injusticia que hace Marx. Y no se trata de darle o quitarle la razón a nadie, de estar de acuerdo o en desacuerdo con uno, otro o ambos. Aquí se busca aprender de y con los dos, algo muy diferente y mucho más interesante.
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