Para un aficionado como un servidor de ustedes, que Editorial Salamina publique las Memorias del capitán Coignet es un caramelo. Escritas hacia 1850, autopublicadas y rescatadas del olvido hacia 1880 por un estudioso del período napoleónico, el señor Larchey, pasaron prácticamente del anonimato a la fama.
No es para menos. El recluta Coignet, después de una infancia muy dura y muchos trabajos, se alista en el ejército en 1799. En su primera batalla, en Montebello, captura una pieza de artillería y se hace con un Fusil de Honor. En 1804, es el primer soldado en recibir la Legión de Honor, de la que luego sería Oficial. Su historial bélico es increíble: cuarenta y ocho batallas repartidas en dieciséis campañas, empezando por la de Italia, pasando por Marengo, por Austerlitz, Somosierra, Wagram... y así hasta Waterloo.
Coignet ingresó en el 1.º de Granaderos de la Guardia Imperial haciendo trampas (no daba la talla), pero el granadero más bajito de la Guardia pronto demostró ser un soldado excelente y ahí está su historial para demostrarlo. Aprendió a leer y escribir antes de la batalla de Wagram (1809) y así pudo ascender a los puestos de oficial, llegando a comandar el tren de carruajes del Pequeño Estado Mayor de Napoleón I. Eso explica su estilo, un poco burdo, hasta primitivo y simple, pero honesto, que relata hechos sorprendentes y anécdotas muy jugosas. Gracias a Coignet nos introducimos en ese mundo desde una perspectiva humana y próxima, que hará las delicias, como digo, de cualquier aficionado a estas cosas.
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