Ayer puse el punto final a la primera versión de un manuscrito, que envié a mis editores. La sensación en ese momento fue extraña, siempre lo es. De repente, un pequeño vacío, que no es tal, pero que lo parece. Surge el contento, pero es también una despedida; estás cansado y con ganas de no hacer nada, como vacío; también estás alegre, buscando qué hacer, con ganas... Es una extraña, contradictoria y paradójica mezcla de sentimientos, que te vienen encima cuando has trabajado mucho en algo y lo das por terminado.
Pero, ah, amigos, ¡no está terminado!
Faltan, por ejemplo, las ilustraciones, porque será un trabajo ilustrado.
Además, eso tiene que decirse, el trabajo no se termina cuando se entrega el manuscrito. Diría que es justo entonces cuando comienza. Viene todo el proceso de edición, corrección, revisión... que no es poco.
No puedo decir más, por ahora, ni adelantar acontecimientos. Queda mucho por delante y los tiempos son inciertos. Pero estoy relativamente satisfecho, a la espera de lo que venga.
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