La Coca-Cola nazi (I)



Coca-Cola es la marca más conocida de todo el mundo. Si no la que más, anda cerca y será la segunda o la tercera. Muchos millones de botellines de este jarabe refrescante y burbujeante se venden en todo el mundo y la Coca-Cola es uno de los iconos indiscutibles del siglo XX. 

Fíjense. Papá Noel viste de rojo porque lo vistió Coca-Cola. Existe un cierto tipo de optimismo insensato y carente de lógica que uno lo imagina siempre con una botella de Coca-Cola en la mano: La chispa de la vida, Una Coca-Cola y una sonrisa, Alegría de vivir... Etc. 

Si les pregunto qué país representa a la Coca-Cola o viceversa, me responderán que los Estados Unidos de América son inseparables de la marca de refrescos. Ahora nos explicamos por qué el movimiento antiamericano anda siempre echando pestes de la Coca-Cola. Porque el comportamiento de la Coca-Cola no ha sido siempre ejemplar, digámoslo suavemente. Un botellín de Coca-Cola suma lo mejor y lo peor de los yanquis (aunque la Coca-Cola sea de Atlanta, Georgia).

Un Opel Blitz del ejército alemán chapoteando en el barro del frente ruso.

Llegamos entonces al caso de Coca-Cola GmbH. No estoy desvelando ningún secreto, pues existe una amplia bibliografía sobre los intríngulis de las empresas norteamericanas en Alemania en los años veinte, treinta y cuarenta del pasado siglo. Por ejemplo, General Motors y la Ford Motor Co. vendieron miles y miles de vehículos al ejército alemán. Sin ir más lejos, el Opel Blitz era el camión estándar de la Wehrmacht y sorprende a más de uno encontrar el mismo motor Ford o Chevrolet en camiones canadienses y alemanes. En otros casos, el ejemplo es mucho más triste. Las máquinas calculadoras que emplearon los alemanes para controlar el complejo de Auschwitz habían sido fabricadas por IBM y compradas en 1941. La relación puede haber sido casual o forzada por las circunstancias, pero está ahí.


Sin embargo, uno no imagina a un soldado alemán llevándose una botella de Coca-Cola a los labios y bebiéndosela entera, para exclamar después cómo le gusta refrescarse con una bebida puramente alemana, ¿verdad? Pues, agárrense.

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