La leche de proximidad


¿Cuál fue la primera acción del gobierno del presidente Torra? Una inauguración, que corrió a cargo de la consejera Jordà, jefa del Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Generalidad de Cataluña. Inauguró, agárrense, una tarima de madera... eh, perdón, de proximidad.

Como lo oyen: una tarima de proximidad. Es decir, una tarima de madera, fabricada con la madera de un bosque público que está a doscientos kilómetros de Barcelona. Yo creía que la proximidad hubiera sido no ir más allá del Tibidabo, pero... La tarima de proximidad está en la terraza del edificio donde tiene su oficina la consejera, en Barcelona, y da al comedor de los empleados (es un comedor de proximidad). La tarima hace de suelo en una terracita en lo alto del edificio. Es un lugar que tiene aspecto de ser agradable, que los empleados públicos aprovechan para visitar a la hora del almuerzo con su fiambrera y unos cuantos chismes sobre sus compañeros de oficina, para pasar el rato con dimes y diretes.

Todos contentos y felices, sobre la tarima de proximidad, que está inaugurándose justo en este momento. La fotografía se adjunta a la nota de prensa del Departamento.
Qué carita de santa felicidad, la de los cargos que rodean a la jefa. Cuánto pelota suelto.

Ahí estaban las cámaras de la televisión pública catalana, unos cuantos audaces reporteros de medios afines y una colección de directores generales y jefes de toda clase y condición, más alguno de la tropa, porque pelotas nunca faltan en estos partidos. Para pasmo de todos, inauguró la tarima con toda solemnidad, con un discurso encendido y patriótico, que ensalzó la naturaleza y éxito de la tarima de proximidad, construida, atención, con madera catalana (pero de la Cataluña que queda a 200 km de aquí), porque, siguió diciendo, la patria catalana ha de ser autárquica en todos los sentidos, y sostenible, y guay. Chachi, en suma.

Véase el paripé de la inauguración de la tarima aquí (en catalán, está sin traducir):
No queda claro si hubo canapés. Pero, dadas las costumbres alimentarias de la consejera, mejor que no.

Para que mediten un buen rato, les proporcionaré unos cuantos datos sobre la huella ambiental de dicha tarima de proximidad, comparada con una tarima de polietileno reciclado que podría haberse obtenido aquí mismo, en las plantas de reciclaje de la ciudad de Barcelona (y eso sí que es proximidad, no la de los 200 km). Es para que quede claro que la autarquía sostenible y guay de los productos de proximidad es, tantas y tantas veces, nada más que un puro camelo, un cuento chino para sacar perras a los incautos que puedan permitirse un capricho.

Quizá no me crean, pero las emisiones de dióxido de carbono por tonelada de madera de una explotación del Pirineo sólo en transporte del Pirineo hasta Barcelona (en camión) está entre los 10 y los 15 kg/tm. Si la madera hubiese venido de Finlandia en barco hasta el puerto de Barcelona, las emisiones estarían entre los 5 y los 8 kg/tm. ¿Por qué creen que la madera sigue viniendo del extranjero? ¡Es más barato! Porque consume menos recursos por tonelada.


Arriba, una tarima de madera.
Debajo, una de polietileno reciclable.
Maldita la diferencia.

Pero resulta que, de todos modos, la madera consume ocho veces más combustible en el transporte que el polietileno reciclado a igual distancia, y dos veces y media más agua en su fabricación. Una tarima de madera dura cuatro veces menos que una de polietileno reciclado y su coste de mantenimiento es dos veces y media mayor; además, se contrae por culpa de la humedad (alrededor de un 0,2%). Sus piezas sólo pueden reutilizarse un máximo de cinco veces; las de polietileno reciclado, más de veinte veces. Las tarimas de madera necesitan el doble de clavos y tornillos. Etcétera. Sí, la tarima de madera es alrededor de un 50% más barata que la de polietileno reciclado. Pero ¿compensa?

Algunas características estéticas y mecánicas de la madera hacen que los expertos recomiendan tarimas mixtas, con piezas de madera y de polietileno reciclado, pero queda muy claro, me parece a mí, que eso de la autarquía ecológica-chachi-guay del Pirineo es, cuanto menos, objetivamente cuestionable.

Pero, ay, la consejera en cuestión tiene ideas muy raras en la cabeza, las que ningún cargo con responsabilidad pública debería tener en relación con la salud de las personas. Lo de la tarima de proximidad es cómico, si quieren, porque roza el ridículo inaugurar una tarima y que luego salga por el telediario de TV3 y los periódicos como si fuera la cosa más grande del mundo mundial, como antaño inauguraban pantanos. Pero lo de jugar con la salud de las personas es ya, directamente, trágico y estúpido.

Vean a la señora Jordà, en septiembre de 2013, en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, defendiendo majaderías sobre la homeopatía, la acupuntura y otras tomaduras de pelo semejantes. Aquí tienen el enlace (lean a partir de la página 16).

Ni que decir tiene que las afirmaciones de la señora Jordà sobre la bondad de esas medicinas alternativas no tienen ni pies ni cabeza, cuando no son simplemente falsas. Mentiras. 

La señora Jordà cometiendo una estupidez en público y presumiendo de ello desde entonces.

Era un aviso para navegantes, pero nadie hizo caso. Fíjense el grado de locura del personal que la hicieron responsable de una consejería directamente relacionada con la salud. Y ahí surge el escándalo, el despropósito. Va la tipa y autoriza la venta de leche cruda con el Decreto 163/2018, de 17 de julio, que autoriza la venta de leche cruda de vaca.

Aquí tienen el decreto, en catalán: 

Una brucelosis puede provocar daños articulares como éstos.
Son de naturaleza semejante a los de la poliartritis reumatoide.

Es una barbaridad, se mire como se mire. Las probabilidades de una infección microbiana de cualquier tipo en un consumidor de leche cruda de vaca son ochocientas cuarenta veces superiores a las de un consumidor de leche pasteurizada o esterilizada. El problema es que no hablamos (solamente, que también) de dolores de tripas, cagarrinas y otras infecciones intestinales, sino listeriosis (con una mortalidad del 30 al 40%) o la brucelosis (que, cuando no mata, puede dejar un cuadro crónico recurrente que dura años, o toda una vida). 

Echando mano de las estadísticas y comparando los datos en las regiones donde el consumo de leche cruda está autorizado, podrían caer víctimas de la leche cruda entre una y cinco personas al año. Una lotería funesta.

El señor Marc Vives es un ganadero guay que hace gala de pasarse por el forro cualquier medida de precaución sanitaria. Si hace eso consigo mismo, qué no les hará a sus clientes.

El caso es que, además, es un decreto muy mal hecho. Quien lo haya redactado y aprobado demuestra desconocer los mecanismos de inspección sanitaria y los mínimos requisitos de la seguridad alimentaria. Los inspectores de Agricultura o los de Salud tendrán las manos atadas en más de un supuesto de actividad altamente peligrosa. Quien quiera, podrá presentar los papeles de apertura de negocio e inmediatamente comenzar a vender su producto, sin haber pasado por ninguna inspección sanitaria. Etcétera. Este decreto está hecho con el culo, me ha resumido el experto consultado. Dejando a un lado que el consumo de leche cruda es peligroso, ha añadido.

Es decir, que el decreto es un peligro para la salud pública. No existe otra conclusión posible. Además, es un mal decreto, mal hecho.

Estamos muuuu mal, muuuu mal...

Es cierto que la venta directa de leche podría beneficiar a los ganaderos, que viven bajo el abuso de los grandes proveedores de leche, que compran su producto bajo precio de coste. Pero que los cargos responsables son tan ineptos que no saben cómo proteger los legítimos intereses de los ganaderos no es excusa para que, además, su estulticia ponga en peligro la vida de los consumidores. Ah, y que no se me olvide: la responsabilidad de una intoxicación no será de quien venda la leche... ¡sino de quien la consuma! Ahí queda eso.

Si la consejera Jordà le invita a comer a su casa, ¡diga que no!

No seguiré enunciando los peligros de la leche cruda. Hay quien lo ha hecho mejor que yo. Paradójicamente, la misma consejera Jordà, que dijo, en un programa de radio (y cito) que la leche cruda es tan segura como comer pollo que lleva cuatro semanas en la nevera.

Dios mío... Lo cursi, lo chachi, lo guay, lo estúpido, está acabando con la poca civilización que nos queda.

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