La desaparición de Josef Mengele



Más importante que (o tan importante como) saber qué ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial y la cínica y eufemísticamente llamada Solución Final es saber cómo pudo llegarse hasta ahí, de qué pasta eran los hombres que llevaron a cabo el exterminio de millones de personas, por qué lo hicieron, y queda pendiente una pregunta que nos enfrenta al horror: ¿eran monstruos o personas normales? 

Todo parece indicar que eran (mejor dicho, habían sido) personas normales. El motor que les llevó a ejercer de verdugos fue la ambición de poder y la soberbia. Ascender en la escala social, ganar más dinero, tener mayor reconocimiento... fueron motor más que suficiente para que un personaje mediocre como Eichmann se convirtiera en un mortífero arquitecto del Holocausto. Todo, por supuesto, en un ambiente de fanatismo desmedido, que no admitía ni duda ni réplica. Cuando uno se enfrenta al espejo de estas bestias, se mira a sí mismo y descubre que prácticamente cualquiera esconde un monstruo dentro de sí, y eso es lo más aterrador.

Josef Mengele fue uno de los más brutales asesinos de las SS. Era doctor en medicina y antropología y participaba personalmente en los más atroces experimentos, sometiendo a los presos de Auschwitz a torturas dolorosísimas e inútiles que no hace falta describir aquí. Se ganó una reputación que ponía los pelos de punta incluso a sus camaradas de la Orden Negra. Cuando acabó la guerra, desapareció. Años después, se convirtió en una leyenda y en uno de los hombres más buscados por los periodistas y los cazadores de nazis. Además, protagonizó varias novelas y películas (como un malvado descomunal, más propio de una aventura de James Bond que de un mundo real), y su fama creció y creció.

Y es aquí cuando Olivier Guez entra en acción y nos narra su vida entre 1947 y 1979, cuando murió ahogado en una playa brasileña, prematuramente viejo, solo y abandonado. Este autor escribió La desaparición de Josef Mengele en forma de novela, aunque la mayor parte de los hechos narrados están documentados y ratificados por varias fuentes. Pero hay algunos huecos en la biografía del Ángel de la Muerte (así lo llamaron bien pronto) y el autor escogió la novela como vehículo, en vez del más puro ensayo. El resultado es brillante y, ya les digo, estremecedor.

Causa pasmo la complicidad de las autoridades argentinas con los nazis. En cuatro pinceladas, Guez retrata el peronismo con la precisión de un bisturí y nos muestra su esencial podredumbre. Pero no se libran infinidad de personajes que, después de la guerra, ayudaron a los nazis dándoles refugio y seguridad. Es una historia bastante fea, pero de obligado conocimiento.

El relato es ágil, tenso y dramático. Contemplamos al monstruo de cerca y desaparece esa aura de diabólica fascinación para mostrarnos a un ser pagado de sí mismo, despreciable y mediocre, muy lejos del malvado que muchos forjamos en nuestra imaginación años ha.

Es un libro muy interesante, que cuenta cosas que merecen la pena ser leídas y que cumple con el cometido de agitar las conciencias de la manera debida. Es una obra muy recomendable.

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