Lo cierto es que echaba en falta batirme, sable en ristre, los pasados días de confinamiento.
Luego, al permitirse poco a poco salir a la calle, pasear, hacer ejercicio y esas cosas, intenté recuperar algo (poco) mi forma con largos paseos.
Poco después nos permitieron entrenar, pero sin asaltos, porque (eso dijo alguien) la esgrima es un deporte de contacto. Me permito recordar que tiramos a distancia, que llevamos chaquetilla, guante y careta y que tocamos al adversario alargando el brazo... y el sable.
Por esta murga, no hemos podido tirar durante un par de semanas, mientras los jugadores de fútbol y baloncesto se abrazaban y corrían y chocaban entre sí... En fin, qué le vamos a hacer.
Esta semana, por fin, he podido volver a tirar en un asalto. La lástima es que hace mucho calor, y se nota, pero ¡qué bien nos lo pasamos! Estoy oxidado, claro que sí, pero no tanto como pensaba. ¡Y todavía me entra la chaquetilla! Milagro.
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