El interrogatorio de Pietro Paolo


En 11 de julio de 1597, los esbirros de la Curia de Roma interrogaron a Luca, hijo de Marco, barbero y cirujano. Don Marco tenía la barbería en la vecindad del Campo Marzio, cerca de Sant’Agostino. Al parecer, el aprendiz de don Marco, Pietro Paolo, se había metido en un buen lío por darle una somanta de palos a Angelo Zanconi, músico. Había sido cerca de la barbería, entre la via del Pozzo delle Cornacchie y la via della Scrofa. Luca explicó que la capa del músico (en verdad, un capote o ferraiolo) había aparecido en la barbería porque allá la dejó un tal Michelangelo Merisi, de Caravaggio, pintor. A decir de don Marco y de su hijo, Luca, el personaje se había encontrado el capote por ahí tirado y creyó reconocerlo. Fue con él a la barbería, para devolvérselo a Pietro Paolo, pero ¡quiá! ¡Qué iba a ser de él! Los esbirros cruzaron una mirada. ¿Michelangelo Merisi? Conocían al sujeto y se interesaron por él, no fuera también a estar metido en la trifulca, que era jaranero y follón.

Cuatrocientos años más tarde, en 1997, Sandro Corradini y Maurizio Marini publicaron el documento, rescatado del Archivio di Stato di Roma. Formaba parte del proceso de los esbirros de la Curia contra Pietro Paolo. Se concluyó que el de Caravaggio no tuvo nada que ver con la paliza; por esta vez, acaso pasaba por ahí. Gracias a las actas de los interrogatorios, hoy sabemos que Michelangelo, Luca y Pietro Paolo se corrían juergas juntos y que don Marco, apretando los dientes, había cosido más de una vez al joven Caravaggio, que tenía grande afición a meterse en disputas.

Treinta kilómetros de archivos ocultan muchos secretos, y Francesca Curti, una estudiosa y paciente investigadora, ha dado al fin con la declaración de Pietro Paolo, que no se conocía, y la que se ha organizado. Se ha publicado aprovechando la exposición Caravaggio a Roma. Vita dal vero (Caravaggio en Roma. Su auténtica vida), que muestra al público los documentos originales del Archivio di Stato, y de otros archivos, ésos que mencionan a Caravaggio y que suman muy pocas líneas. En su mayoría, se trata de fichas policiales o transcripciones de interrogatorios, porque Caravaggio era de natural jaranero y peleón y se metía en entuertos, cuando no en líos, con tanta facilidad como pintaba un lienzo. Con más facilidad, ya puestos.

El documento traerá cola porque Pietro Paolo dice de Caravaggio (traduzco): En Cuaresma hizo un año que lo conocí. Practicaba entonces en el estudio de un pintor de la calle que sube hasta la Scrofa.

Sabemos quién es ese pintor, Lorenzo Carli, siciliano. Sabemos que Michelangelo Merisi fue su aprendiz durante unos meses, recién llegado a Roma. Tal dice Bellori, uno de sus primeros biógrafos. Lorenzo era un pintor mediocre, que pintaba santos para los devotos y copiaba madonne por encargo. Michelangelo era más grande que todo eso y lo dejó pasados unos meses. Fue a parar al estudio de Giuseppe Cesari, donde su genió tropezó con la ruindad del nuevo maestro, un canalla. Enfermó, Cesari le abandonó, pasó unos días entre la vida y la muerte en el Hospital del Oratorio y malvivió de vender cuadros de flores y frutas por cuatro perras, para poder comer.

A decir de Bellori, Caravaggio llegó a Roma en 1592. Pero según Pietro Paolo, el aprendiz de barbero metido en pendencias, todavía trabajaba con Lorenzo en 1596. De ser cierto lo que sostiene Bellori (que Caravaggio entró en el taller de Lorenzo recién llegado a Roma) y lo que afirma Pietro Paolo (que en 1596 trabajaba todavía en ese taller), Michelangelo Merisi de Caravaggio no llegó a Roma en 1592, sino en 1596. ¿Fue así? ¿Se equivocó Bellori o se confundió Pietro Paolo? Ya la tenemos liada.

De repente, la datación de la obra temprana del de Caravaggio se va al cuerno. Uno se pregunta si el Bacco malato (Baco enfermo), el Fruttaiolo (El muchacho con el cesto de frutas), el Ragazzo morso dal ramarro (El muchacho mordido por un lagarto) y tantos otros fueron realmente pintados en Roma, pero más tarde de lo que se creía, o fueron pintados, por ejemplo, en Milán o Caravaggio, y viajaron con Michelangelo hasta Roma más tarde. Ah, quién sabe. Pero imagínense las discusiones de los caravaggistas.

¿Qué ocurrió realmente entre 1593 y 1595? ¿Dónde estuvo nuestro amigo esos años de aprendizaje? ¿Qué fue de él? Friedlaender apuntó que conocía la pintura veneciana; otros, que dominaba el fresco, aunque marchó a Roma por dominar el lienzo; alguno sospecha que huyó de Milán, donde quizá permaneció preso un tiempo. Etcétera. El descubrimiento de doña Francesca Curti ha causado mucho revuelo, y más que causará, porque tiene miga.

Yo creo que fue como sigue. Soy de la modesta opinión que Caravaggio trataba con Lorenzo la venta de algunos lienzos y que aceptaba encargos de su primer maestro romano, por pura necesidad. Hacia 1596, nuestro amigo había comenzado a levantar cabeza. Tenía amigos. Uno de ellos, Prospero Orsi, le puso en contacto con los marchantes más importantes de Roma. Otro, Onorio Longhi, le puso en contacto con el vino, el acero y las mujeres. Había conocido a Mario Minniti, su amigo, aprendiz y quién sabe si amante. Había conocido a Pietro Paolo en la taberna, o quizá mientras don Marco le cosía el chirlo de la última reyerta. Le había explicado a su amigo que trabajaba con don Lorenzo, que pintaba para él, no por gusto, sino por poder comer. Pero esto lo digo yo, es un suponer. Otros más listos que yo me corregirán.

Poco antes o poco después de la trifulca del aprendiz de barbero, el cardenal Maria del Monte encontró un lienzo de Caravaggio en la tienda del marchante Valentino, en la plaza Navona, y lo compró a buen precio. Hay quien sostiene que en ese preciso momento nació la pintura barroca.

NOTA: Agradezco el aviso de mi corresponsal en Roma, Sandra Buxaderas, sobre el hallazgo de doña Francesca Curti.

Al borde del abismo


En plena crisis, con la que está cayendo, los directivos de Goldman Sachs, el famoso banco de inversiones americano, se suben el sueldo. El consejero delegado, el señor don Lloyd Blankfein (el caballero de la fotografía), se ha puesto un sueldo anual de un millón y medio de euros para 2011, tres veces más de lo que cobró en 2010. Hay que sumar las primas. Este mismo caballero será obsequiado con 9,25 millones de euros por su brillante gestión, y con 9,25 millones de euros más en forma de acciones, euro más o menos. Los cuatro directivos que dependen directamente de él cobrarán un millón casi cuatrocientos mil euros de sueldo base, y un tanto en acciones casi idéntico al del señor Blankfein. El resto de los asociados de Goldman Sachs (470) suman una media salarial de 370.000 euros per cápita, y se reparten con los empleados un paquete de acciones valorado en más de 2.400 millones de euros. Todo eso cuando ha caído el beneficio de la empresa un 38% y los ingresos, un 13%. Por eso no es de extrañar que Fortune la clasifique entre las cien empresas que tratan mejor a sus empleados.

¡Si sólo fuera Goldman Sachs...! Recuerden: la crisis reventó en 2008. Pues, según Fortune, los directivos de las quinientas mayores empresas del mundo batieron una marca en primas y salarios en 2009. Los veinticinco mayores gestores de fondos especulativos del mercado cobraron alrededor de 750 millones de euros cada uno, de media, según las mismas fuentes. Se aprecia que dos de cada tres multimillonarios de hoy en día son empleados, no empresarios; es decir, no ganan dinero con su propia empresa, arriesgando su propio capital, sino especulando con el dinero de los demás y otorgándose primas por ello. ¡Qué bonito! Así, cualquiera.

Hace veinticinco años, el 1% de los norteamericanos más ricos poseían poco más del 12% de la renta nacional; hoy poseen más del 24%. Desde 2002, dos terceras partes del incremento de la renta nacional norteamericana ha ido a parar al bolsillo de este 1%. Es curioso, pero el fenómeno se ha dado en prácticamente todos los países desarrollados o en vías de desarrollo. Cuando se nos ha echado encima la crisis, este 1% ha incrementado sus ingresos, pero la mayoría los hemos visto menguar más de la cuenta, y eso que casi no habían crecido. Los datos son los que son, no hay vuelta de hoja. Consulten con su nómina, si todavía tienen nómina.

Si se reparte la riqueza entre la mayoría, se estimula el consumo y la economía productiva. Si se reparte entre la minoría, si se concentra, se invierten grandes fortunas en fondos especulativos y crece el riesgo de eso que llaman una burbuja. A la que revienta una burbuja, paf, crisis. ¡Qué burbujón, el último...! Para evitar el colapso, tiene que procederse al rescate de las entidades financieras, no vayan a llevarse por delante toda la economía. Goldman Sachs fue rescatada, ¿recuerdan? Pero las entidades financieras no tienen amo, sólo empleados multimillonarios que se suben el sueldo si va bien, si va mal, o simplemente, si va, y contemplan satisfechos las pocas ganas que tienen los gobiernos de poner cercas al campo y lo bien que les va que así sea. Quien paga, el de siempre: menos dinero, menos trabajo y menos prestaciones sociales cada día que pasa.

La mejor defensa es el ataque. Visto que arrecian las críticas que cuestionan la fortuna de los superejecutivos, se acude a la prensa que les da coba. The Economist asegura que estos salarios de miedo (nunca mejor dicho) son un premio a la inteligencia (sic) y que las empresas pagan para tener el mejor talento (sic, de nuevo). Ya saben, cuando la economía es mundial y la tecnología manda, es preciso pagar lo que sea necesario por tener a alguien que sepa de qué va al frente de tu empresa... aunque la empresa no sea de nadie en particular y luego tengan que rescatarla porque ha sido gestionada que da pena. Pero ¡qué le vamos a hacer! Son las leyes naturales del mercado, basadas en la desigualdad (sic). Esta legión de ejecutivos multimillonarios propone, para acabar con la crisis, a ver si les suena, una menor regulación del mercado de trabajo, la desaparición de los convenios colectivos, menores prestaciones sociales, menos impuestos y menor regulación de los mercados financieros, el tipo de soluciones que, paradójicamente, nos han llevado de la manita al borde del abismo.

El bueno, el feo y el malo

Leibniz sostenía que el mundo en el que vivimos es el mejor mundo posible, y razonó el porqué. Años después, Schopenhauer destrozó la argumentación de Leibniz demostrando que, partiendo de los mismos supuestos se podría deducir igualmente que vivimos en el peor de los mundos posibles. ¡Venga Schopenhauer, siempre tan alegre...! La cuestión, queridos alemanes, no es que el mundo, este mundo, sea el bueno o el malo, sino que es el mundo que tenemos. El feo, quizá. ¿Podría haber sido otro mundo posible? No digo que sí ni que no, pero la cuestión es ¿qué hacemos con éste? He ahí el intríngulis del asunto.

Grrr...


He aquí la nueva fiera de los circuitos, el F150. Lo de 150 por los ciento cincuenta años de República Italiana. Lo de F, de Ferrari, de fiera. A ver si es verdad y este año nos los comemos a todos. Grrr...

¿Saldrá gratuita de ésta?

La Sra. Cospedal, portavoz del PP y candidata a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, se presenta ayer delante de la prensa y deja ir como quien no quiere la cosa que el PSOE ha contratado a algunos detectives para espiar a algunos de sus compañeros del PP. Compañeros, añade, muy significativos. Toma, ahí queda eso. No hay ni que decir que en el PSOE se han puesto como una moto. Su oponente en las elecciones autonómicas se ha apresurado a responderle y darle caña a la candidata popular. En esa respuesta vive el palabro de hoy.

Dice el airado personaje, delante del micrófono: No puede ser que después de una acusación tan grave salga gratuita.

¿Quiere decir que la señora Cospedal podría salir gratuita? Según la RAE, algo es gratuito si sale de balde o de gracia, pero ¿una persona puede salir gratuita? Gratuito es también arbitrario, sin fundamento. Conozco personas que no tienen fundamento; yo mismo, sin ir más lejos. Podríamos discutir si la señora Cospedal tiene fundamento o no lo tiene. Pero el caso es que no conozco personas gratuitas.

Quizá no fuera gratuita la señora Cospedal, sino la acusación tan grave. En efecto, una acusación puede ser gratuita, por carecer de fundamento y es evidente que el personaje piensa o quiere dar a entender que tal acusación es gratuita. Pero lo que de verdad quiere decirnos es que semejante acusación no puede salirle gratis a la señora Cospedal. También podría haber sostenido que tal infamia no podía quedar impune. Podría haberla llamado mentirosa, ya puestos. Fea. Qué sé yo.

En fin, hay muchas maneras de decirlo, pero se diga como se diga y pase lo que pase, la señora Cospedal no saldrá gratuita de ésta.

El Carnaval de Venecia



El celebérrimo solista de tuba Oystein Baadsvik interpreta para todos ustedes El Carnaval de Venecia, acompañada al piano por Patti Wolf, en un recital en la Universidad de Rice, EE.UU. Una curiosidad y una reivindicación de la tuba que espero que disfruten.

De ochenta a ciento veinte

Si me piden limitar la velocidad en una vía rápida para reducir la contaminación atmosférica, apostaré por los 90 km/h. Sin entrar en detalles, el máximo rendimiento térmico de un automóvil se da alrededor de esta velocidad, constante. A 80 km/h, también se ahorrará combustible, pero la mayoría de los automovilistas dudarían entre una marcha directa y una inferior. Es decir, se reducirían las emisiones de CO2 (efecto invernadero), pero otras emisiones contaminantes que se relacionan con el ciclo de combustión podrían no disminuir tanto.

En 2007, la contaminación del Área Metropolitana de Barcelona había llegado a ser grave. En julio de 2007, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña acordó una serie de medidas contra la contaminación atmosférica. Entre éstas, la polémica reducción del límite de velocidad máxima en los accesos a la ciudad, que se fijó en 80 km/h. En enero de 2009 se fijo un sistema de velocidad máxima variable.

Estas medidas crearon mucha polémica y se acusó al Gobierno de afán recaudatorio. Pero la multa es el único sistema conocido (y no del todo eficiente) para que el conductor limite la velocidad a la que circula por una determinada vía pública. Lo que de verdad no gustó es que se prohibiera darle al acelerador, algo que satisface nuestro ego y nuestra ancestral ansia de poder. Como bien sabemos, la civilización es el sistema que pone límites al instinto animal, y por eso cuesta tanto civilizar y por eso las civilizaciones, cuando fallan, no se extinguen lentamente, sino que se desploman con violencia.

A lo que íbamos. Se nos echó encima la crisis y disminuyó el tráfico rodado. Además, la concentración de algunos contaminantes depende de algunas condiciones atmosféricas, como la pluviometría, la temperatura, los vientos predominantes... La disminución de contaminantes debida a la limitación de velocidad no se podía distinguir fácilmente del ruido estadístico y el resultado obtenido no es concluyente. Se ahorra energía, sí, se emiten menos gases de efecto invernadero, sí, pero las emisiones de partículas, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, etc., debidas al tráfico rodado... no se sabe si sí o no. El Área Metropolitana de Barcelona sigue con los niveles de contaminación muy altos.

Con esta conclusión en la mano, le faltó tiempo a CiU para proponer la supresión del límite de velocidad de los 80 km/h. Se anunció la supresión de las multas por exceso de velocidad a bombo y platillo. Populismo de libro. Se apuntó todo el mundo. La libertad, decían.

Tan pronto regresó CiU al Gobierno de la Generalidad de Cataluña, tan pronto cuestionó el mantenimiento del límite de los 80 km/h. Le faltó tiempo al Sr. Puig, conseller de esas cosas del tráfico, para decir que la medida se había mostrado ineficaz y anunciar su retirada (aunque manteniendo, seguramente, un límite de velocidad variable en los accesos, que es muy útil). Según la prensa, las prisas del Sr. Puig sentaron mal al Sr. Recoder, que quería colgarse la medalla de anunciar el fracaso ambiental de los antiguos gestores de la contaminación. En resumen, se justifica la vuelta a los 120 km/h porque los 80 km/h no han funcionado. Eran una medida ambiental, declaran los recién llegados al Gobierno, y como no funciona, la vamos a suprimir.

Aquí me planto yo. Si bien es cierto que la contaminación no se ha reducido como se esperaba, si es que se ha reducido, no es menos cierto que hemos salvado muchas vidas. El primer año de funcionamiento del límite de los 80 km/h se redujeron los accidentes con víctimas en la área afectada en un 43%. Se dice rápido, un 43%. En dos años, el total de muertos por accidente ha disminuido un 18%.

Dicen los expertos que incrementar 5 km/h la velocidad máxima de una vía provoca un 20% más de accidentes. Si el límite de velocidad de una vía se incrementa 40 km/h (de noche, por ejemplo, cuando se desconectaría la velocidad variable), podría multiplicarse por tres el número de accidentes. Consideren, además, que la mortalidad de un accidente es proporcional al cuadrado de la velocidad. Arrojarse desde el balcón de un cuarto piso es equivalente a chocar a 50 km/h; arrojarse al vacío desde un noveno piso equivale a chocar a 80 km/h; un choque a 120 km/h equivale a caer desde el vigésimo (20º) piso.

Sin embargo, qué triste, es muy fácil disimular los muertos y heridos en las frías estadísticas de los accidentes de tráfico, a las que nadie presta ya ninguna atención. Dicho de alguna manera, algunas promesas electorales se pagan con sangre y no parece que eso le importe a nadie.

Jauchzet Gott In Allen Landen, o algo parecido



Damas, caballeros, demás público, para todos ustedes, la Cantata No. 51 Jauchzet Gott In Allen Landen, o algo parecido, BWV 51, primera parte, Aria, de J.S. Bach, a. el Pelucas, interpretada por Kathleen Battle, soprano, Wynton Marsalis, trompetista, y la orquesta de San Lucas (St. Luke’s Orchestra), dirigida por Anthony Newman. Que ustedes lo pasen bien, que hay material para ello.

Qué es política



Alguien dijo que la primera película que se rodó fue una película política, la de la salida de los obreros de la fábrica de la familia Lumière en Lyon; pero voy a estar convencido de que ésa es más bien una película poética, lo verdaderamente político hubiera sido filmar a los obreros cuando entraban en la fábrica.

Javier Pérez Andújar, en Los príncipes valientes.

Una compañía de bandera


Cuando la cosa pinta mal y el Gobierno amenaza con restricciones de todo tipo, cuando asoman las orejas de una rebaja de las prestaciones sociales y sanitarias, cuando se susurra en los pasillos que no hay dinero para las nóminas de los funcionarios y se dan órdenes bajo mano de no pagar hasta nueva orden a las empresas que suministran material de oficina, duelen algunos gastos de nuestros líderes patrios, la verdad.

Spanair está participada en un 26,7% por la Generalidad de Cataluña. Si sumamos las participaciones en Spanair de otras instituciones o empresas públicas, también participadas por la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, estamos hablando de un 35, un 40, quizá más de un 45% de titularidad pública, directa o indirecta. Nadie sabe dar razón de la cifra exacta. ¡Tiene bemoles la cosa!

Doña Anna Simó, parlamentaria catalana, dijo de Spanair que Cataluña necesitaba una compañía de bandera. Nadie, casi nadie, la contradijo. La mayoría se las prometía muy felices.

De bandera es excelente en su clase (RAE), pero una bandera es una tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución (RAE). El juego de palabras de la señora Simó pasaría por ingenioso si no resultara tan caro. ¿Saben por cuánto nos sale la broma?

El primer año de la bandera (2009), Spanair perdió más de 186 millones de euros. La cosa pintaba muy cruda y los abanderados propusieron un plan estratégico para reestructurar la compañía. Entre 2010 y 2012 se gastarían 120 millones de euros más, pérdidas aparte, para poner un poco de orden en la casa. Con la espalda cubierta por la garantía de la Generalidad de Cataluña, varios bancos y cajas prestaron 40,5 millones de euros a la compañía para que hiciera lo que considerase oportuno. La Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, éste en menor medida, pusieron 70 millones más. Para evitar que la Unión Europea metiera las narices en esta subvención encubierta (que se da de puñadas con la legislación europea sobre competencia), el dinero lo entregaban sociedades públicas interpuestas: Turismo de Barcelona (10 millones), Cimalsa (20 millones), Avançsa (10 millones), Fira de Barcelona (10,5 millones)...

Comienza el año y en Spanair dicen que faltan 20 millones para tirar adelante la reestructuración o lo que sea. Tranquilos. El nuevo Gobierno de la Generalidad de Cataluña los regala... quiero decir, presta... a la compañía de la bandera a través del Instituto Catalán de Finanzas y la Feria de Barcelona, para que no se note demasiado.

Mañana, el presidente Mas anunciará los recortes en gasto social y sanitario. Duelen, pero visto lo visto, duelen mucho más.

Puntualización ideológica predominante

[...] no cuesta dinero, [...] pierde dinero.

Sustituir [...] por sistema de seguridad social, sistema de pensiones, educación, investigación, justicia, ayuda social, etc., más el artículo correspondiente, a discreción. Así nos va.

Puntualización genial

El Bulli no pierde dinero: El Bulli cuesta dinero.

Ferrán Adrià, genio.

La pizza y el cambio climático


Una asociación ecologista quiso llamar la atención sobre el impacto ambiental de lo que comemos y calculó cuántos litros de agua se necesitan para hacer una pizza margarita. ¡Caramba! ¡1.400 litros de agua por pizza!

Saqué la calculadora y consulté mis bases de datos.

Según las empresas del sector de los alimentos precocinados, los españoles consumimos quinientas mil toneladas de alimentos preparados cada año. Los catalanes son los que más alimentos precocinados consumen, un tercio más que la media nacional, lo que viene a ser 13,38 kg per cápita y año. Los protagonistas del sector son la fabada y la pizza. Sin ir más lejos, un catalán consume 3,7 kg de pizza precocinada cada año. Hagan las cuentas, pero si son 1.400 litros de agua por pizza margarita, los catalanes consumimos 210.346.668 metros cúbicos de agua al año atribuibles directamente a este plato tan exquisito.

Aquí ya no me salen las cuentas. Porque el consumo de agua en Cataluña es de 581.308.041,7 metros cúbicos por año, metro más, metro menos. En cristiano, más de un 36% de toda el agua que consumimos en todas las actividades económicas se debe al consumo de pizzas. ¡Un 36%...!

Volvamos al origen del problema. El grupo ecologista de marras publica cuántos litros de agua se necesitan para poder consumir otros alimentos. Dice, por ejemplo, que necesitamos gastar 135 litros de agua para consumir un huevo, 200 litros para poder beber un vaso de leche, 1.900 litros para un plato de fideos, 2.400 litros por hamburguesa... Suma y sigue. Si estas cifras fueran ciertas, gastaríamos sólo en alimentos precocinados el doble, quizá el triple, de toda el agua (toda, repito) que se consume en Cataluña en la agricultura, la industria y los hogares, que es muchísima.

En matemáticas, se conoce este problema como la paradoja de Adán y Eva. Yo tengo un padre y una madre (2). Ellos también tenían padre y madre (4). Mis abuelos también tenían padre y madre, cada uno de ellos (8). Mis bisabuelos, lo mismo (16). Si nos remontamos a los tiempos de Adán y Eva con este cálculo, aún aceptando los seis mil años que dice la Biblia, sale tanta gente que no me extraña que nos echaran del Paraíso, por exceso de aforo.

Por eso, decir que una pizza es el resultado de consumir tantos litros de agua o provoca la emisión de tantas toneladas de CO2 es como afirmar que en tiempos de Adán y Eva éramos tantos que parió la burra. La solución del enigma es que la probabilidad de que un antepasado por parte de madre y otro por parte de padre sea la misma persona se eleva exponencialmente y es más alta en cada paso hacia atrás que damos. Hasta que sólo quedan Adán y Eva, que son antepasados comunes de padre y madre.

La paradoja de Adán y Eva se da en el caso de la pizza margarita... y en muchos más. Les reto a encontrar casos parecidos en economía, política, medio ambiente... y gastronomía. No se aburrirán.

Die Varusschlacht


A mediados del siglo XIX, el nacionalismo nacía como doctrina política, como nacía también la necesidad de corromper la historia para demostrar que Alemania venía de lejos y que Francia no se quedaba atrás. Esta manía se extendió por el resto de Europa y se nos ha quedado impregnada en la ropa, como un mal olor. Es en esta carrera por ver quién la tenía más grande, la historia, quiero decir, tenemos que examinar el caso de die Varusschlacht, la batalla de Varo.

Los franceses habían sacado pecho con los Comentarios a la Guerra de las Galias, de Julio César, y habían levantado una estatua al héroe Vercingetórix, padre de lo francés con bigotes. A los prusianos les dio mucha rabia que los gabachos les tomaran la delantera y no quisieron quedarse atrás. En medio de la fiebre nacional, alguien recordó que en el 9 dC Varo y tres legiones fueron prácticamente exterminadas en Teutoburgo, a manos de los antepasados de la Gran Alemania. De esa matanza se quejó Augusto toda su vida, y cuentan que gritaba en sueños ¡Varo! ¿Qué has hecho de mis legiones?

Lo que había hecho de sus legiones ya lo sabemos, dejar que las matasen, pero ¿dónde? El hecho era histórico, innegable, pero no se sabía con precisión dónde había sucedido. Hasta que alguien encontró unas monedas romanas cerca de la ciudad de Detmold, en el sur del bosque de Teutoburgo. No se lo pensaron dos veces y declararon el lugar como el sitio de la victoria de la Gran Alemania contra los franceses... eh... quiero decir, contra los romanos.

En 1841 se inició la construcción de un monumento colosal, de 52 metros de alto, sobre una colina que se eleva 385 metros sobre el bosque. Los estados alemanes pusieron un capital, pero la obra no avanzó hasta que Prusia puso el resto. La broma les salió por un ojo de la cara y se acabó en 1875. Hermann, el héroe, un tipo de 29 metros de alto, no mira desafiante hacia Roma, a la que derrotó, sino que mira ¡hacia París!

A nadie le importó que las monedas de Detmold no fueran de la época de Augusto. Lo importante era que los alemanes ya tenían un campo de batalla del que presumir, un lugar de culto nacional. Pero Mommsen, uno de los más grandes historiadores que parió madre, aunque alemán, puso en duda que la Varusschlacht fuera precisamente en Detmold. Señaló hacia otra parte, hacia Kalkriese. Se lo tomaron por el pito del sereno, por decirlo suavemente.

Muchos años más tarde, en 1987, el teniente Clunn, del Royal Army Medical Corps, acuartelado en la vecindad, pidió permiso para explorar la zona de Kalkriese con su detector de metales en su tiempo libre. Era un aficionado que había leído a Mommsen, pero ¡cuidado con los aficionados! El doctor Schlüter autorizó la exploración del oficial médico y pronto se llevó una sorpresa. A los pocos días, apareció el teniente Clunn con un denario de plata de la época de la batalla, y pronto aparecerían más monedas aquí y allá, puntas de lanza, cascos, balas de plomo para las hondas... ¡Habían dado con die Varusschlacht! ¡Mommsen tenía razón! Todavía prosiguen las excavaciones, el hallazgo es de primera magnitud.

Hoy podemos visitar el Museo de la Batalla de Varo en Kalkriese. También, si nos apetece, la estatua de Hermann chuleando a Francia, que es impresionante, aunque, nunca mejor dicho, fuera de lugar.

Un perfecto cabrón

Perdón por el título, pero ya les explicaré a qué viene. Vayamos al asunto. Los franceses, que son muy suyos, celebran cualquier cosa que se les ponga por delante que sea capaz de enaltecer su cultura y su savoir-faire, ya puestos. El Ministerio de Cultura de nuestros vecinos es una máquina de propaganda de lo francés que echa para atrás, a la par que un modelo de gestión cultural, lo que viene al pelo para señalar el intríngulis de este asunto, que las cosas no son ni blancas ni negras, ni del todo grises.

El ministerio en cuestión elaboró una lista de las cosas que podrían celebrar en 2011. ¿Qué efemérides podrían destacarse para hacer ver al mundo que sin Francia no sería lo que es? Surgió la idea de celebrar los cincuenta años de la muerte de Louis-Ferdinand-Auguste Destouches, al que quizá no tengan el gusto de conocer, que se hacía llamar Céline, que es quizá el nombre que les suena. Aunque médico, su fama es literaria, pues ha sido y sigue siendo uno de los más grandes escritores en lengua francesa de la primera mitad del siglo XX.

Su Voyage au bout de la nuit (Viaje al fin de la noche), que no oculta la inspiración de El corazón de las tinieblas, de Conrad, fue un acontecimiento literario y le reservó una butaca en el Parnaso de los escritores. Pero... Yo no sabía que existía esa figura... Fue declarado desgracia nacional por los tribunales franceses después de la Segunda Guerra Mundial. Sus faltas se resumen en un antisemitismo atroz que le llevó a colaborar con los nazis, dejando a un lado un nihilismo vital que le llevaba a considerar... a despreciar, mejor dicho, todo lo que se le ponía por delante. En resumen, todo un personaje.

Después de recibir muchas críticas por el anuncio de los homenajes que podría recibir Céline, el señor Miterrand (sobrino del original), ministro, ha decidido prescindir de los homenajes oficiales. Después de meditarlo mucho..., ha dicho. El alcalde de París, el señor Delanoë, ha resumido el porqué de manera que se entienda: Céline es un escritor excelente, pero un perfecto cabrón.

El debate está servido. Algunos escritores y filósofos han protestado. El señor Lévy, filósofo, reclama que sería interesantísimo reflexionar en voz alta sobre la íntima relación que existe entre el genio y la infamia. Recuerdo al señor Lévy que también hay genios que no fueron jamás infames, y que los más infames son rara vez geniales. Pero, en fin, ¿tiene razón de quejarse el señor Lévy?

Céline reúne lo mejor y lo peor, y no se puede concebir lo mejor sin lo peor, y viceversa. Pero no es el único que reúne cara y cruz en una sola moneda. Zweig retrató al Tolstoi de los últimos días, ese personaje que maltrataba a su mujer y era un compendio de vilezas, de ésas pequeñas y vulgarmente humanas. Picasso era un déspota en casa, un tipo con el que no quisieras ver casada a tu hija. Caravaggio iba de putas y sus aprendices pasaban todos por el aro. Schopenhauer era un broncas insoportable. Cela fue censor durante el franquismo. Aristóteles formó a Alejandro, el déspota. San Agustín vivió dos vidas; en la primera, fue un fullero de mucho cuidado; en la segunda, hizo la vida imposible a los fulleros de toda condición. Etcétera. El tema de la infamia ¡es tan humano...!