Cuando la cosa pinta mal y el Gobierno amenaza con restricciones de todo tipo, cuando asoman las orejas de una rebaja de las prestaciones sociales y sanitarias, cuando se susurra en los pasillos que no hay dinero para las nóminas de los funcionarios y se dan órdenes bajo mano de no pagar hasta nueva orden a las empresas que suministran material de oficina, duelen algunos gastos de nuestros líderes patrios, la verdad.
Spanair está participada en un 26,7% por la Generalidad de Cataluña. Si sumamos las participaciones en Spanair de otras instituciones o empresas públicas, también participadas por la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, estamos hablando de un 35, un 40, quizá más de un 45% de titularidad pública, directa o indirecta. Nadie sabe dar razón de la cifra exacta. ¡Tiene bemoles la cosa!
Doña Anna Simó, parlamentaria catalana, dijo de Spanair que Cataluña necesitaba una compañía de bandera. Nadie, casi nadie, la contradijo. La mayoría se las prometía muy felices.
De bandera es excelente en su clase (RAE), pero una bandera es una tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución (RAE). El juego de palabras de la señora Simó pasaría por ingenioso si no resultara tan caro. ¿Saben por cuánto nos sale la broma?
El primer año de la bandera (2009), Spanair perdió más de 186 millones de euros. La cosa pintaba muy cruda y los abanderados propusieron un plan estratégico para reestructurar la compañía. Entre 2010 y 2012 se gastarían 120 millones de euros más, pérdidas aparte, para poner un poco de orden en la casa. Con la espalda cubierta por la garantía de la Generalidad de Cataluña, varios bancos y cajas prestaron 40,5 millones de euros a la compañía para que hiciera lo que considerase oportuno. La Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, éste en menor medida, pusieron 70 millones más. Para evitar que la Unión Europea metiera las narices en esta subvención encubierta (que se da de puñadas con la legislación europea sobre competencia), el dinero lo entregaban sociedades públicas interpuestas: Turismo de Barcelona (10 millones), Cimalsa (20 millones), Avançsa (10 millones), Fira de Barcelona (10,5 millones)...
Comienza el año y en Spanair dicen que faltan 20 millones para tirar adelante la reestructuración o lo que sea. Tranquilos. El nuevo Gobierno de la Generalidad de Cataluña los regala... quiero decir, presta... a la compañía de la bandera a través del Instituto Catalán de Finanzas y la Feria de Barcelona, para que no se note demasiado.
Mañana, el presidente Mas anunciará los recortes en gasto social y sanitario. Duelen, pero visto lo visto, duelen mucho más.
Spanair está participada en un 26,7% por la Generalidad de Cataluña. Si sumamos las participaciones en Spanair de otras instituciones o empresas públicas, también participadas por la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, estamos hablando de un 35, un 40, quizá más de un 45% de titularidad pública, directa o indirecta. Nadie sabe dar razón de la cifra exacta. ¡Tiene bemoles la cosa!
Doña Anna Simó, parlamentaria catalana, dijo de Spanair que Cataluña necesitaba una compañía de bandera. Nadie, casi nadie, la contradijo. La mayoría se las prometía muy felices.
De bandera es excelente en su clase (RAE), pero una bandera es una tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución (RAE). El juego de palabras de la señora Simó pasaría por ingenioso si no resultara tan caro. ¿Saben por cuánto nos sale la broma?
El primer año de la bandera (2009), Spanair perdió más de 186 millones de euros. La cosa pintaba muy cruda y los abanderados propusieron un plan estratégico para reestructurar la compañía. Entre 2010 y 2012 se gastarían 120 millones de euros más, pérdidas aparte, para poner un poco de orden en la casa. Con la espalda cubierta por la garantía de la Generalidad de Cataluña, varios bancos y cajas prestaron 40,5 millones de euros a la compañía para que hiciera lo que considerase oportuno. La Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, éste en menor medida, pusieron 70 millones más. Para evitar que la Unión Europea metiera las narices en esta subvención encubierta (que se da de puñadas con la legislación europea sobre competencia), el dinero lo entregaban sociedades públicas interpuestas: Turismo de Barcelona (10 millones), Cimalsa (20 millones), Avançsa (10 millones), Fira de Barcelona (10,5 millones)...
Comienza el año y en Spanair dicen que faltan 20 millones para tirar adelante la reestructuración o lo que sea. Tranquilos. El nuevo Gobierno de la Generalidad de Cataluña los regala... quiero decir, presta... a la compañía de la bandera a través del Instituto Catalán de Finanzas y la Feria de Barcelona, para que no se note demasiado.
Mañana, el presidente Mas anunciará los recortes en gasto social y sanitario. Duelen, pero visto lo visto, duelen mucho más.
Pues chico, yo creo que antes de otorgarle más ayudas a Spanair deberían cambiarle el nombre, algo así como Barretinair, Pujolair o, si me apuras, Butifarrambsequesair.
ResponderEliminarYa sabes, algo así como "Butifarrambsequesair no pierde dinero: Butifarrambsequesair cuesta dinero"
Y ya está.
Yo creo que el problema de verdad es que primero se gastan un pastón de miedo en infraestructuras de nuevo rico y luego se preguntan para qué las necesitan. Véase la terminal del Prat, el aeropuerto de Lleida, que es carísimo, y el caso del país de Europa con más aeropuertos comerciales por habitante, España. Si ya tenemos tren, caramba.
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