A Laura



Unos dicen que existió y otros, que no. Los primeros hablan de Laura de Noves, o de Sade, la esposa del marqués Hugo de Sade, que fuera antepasado del marqués que escribió Justine. Los otros hablan del laurel, el árbol sagrado del poeta Apolo. Nos inclinamos a pensar que Laura existió, aunque quizá no fuera la señora de Sade. En cualquier caso, a Petrarca le atravesaron las flechas de Cupido y lo dejaron bien servido. Enamoradísimo, escribió y le dedicó 263 poemas antes de perderla y 103 poemas más una vez Laura murió víctima de la epidemia de peste de 1348. 

Ese amor desmedido engendró algunas de las más bellas páginas de la literatura universal, un monumento literario como no hay dos. Petrarca puso al italiano entre las lenguas literarias sin discusión alguna y la poesía conoció nuevas formas métricas, como ahora el soneto.

Pero esto que digo es un blablablá que no importa demasiado. Si Laura fue ésta o esta otra, si estamos leyendo un soneto o una lira... Eso vendrá después, que lo primero es lo primero. Lo primero es leer a Petrarca y emocionarse con sus poemas, simplemente disfrutar con ellos y dejarse llevar.

Si pueden permitirse el lujo de leerlos en italiano, mejor. Quizá se pierdan algún juego de palabras, pero les aseguro que compensa. Verso a verso, lentamente, como Dios manda. 

Più volte Amor m'avea già detto: Scrivi,
scrivi quel che vedesti in lettre d'oro, ...

Eso dijo Amor: Escribe, escribe lo que has visto con letras de oro. Tal hizo Petrarca, y cuánto se lo agradecemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario