La Olympias


La Olympias, en el canal de Corinto, en 1993. 
Todas las fotografías de la Olympias son de The Trireme Trust.

Unos dicen la Olympia y otros, la Olympias. Será porque se escribe en griego y cada uno transcribe el nombre a su manera. Es uno de los navíos más singulares hoy en servicio en una marina de guerra, pues es una trirreme. 

Han leído bien, una trirreme, y pertenece a la armada griega. Todavía está en activo, aunque se expone en un dique seco, en un museo, del que sale de vez en cuando para hacer alguna exhibición, en Palaio Faliro, Atenas. Quizá Grecia no tenga portaaviones, pero ¿quién tiene una trirreme en su flota? Chincha y rabia.

Un montón de becarios haciendo prácticas al remo.
Uno de los temas más polémicos de los textos sobre la arquitectura naval griega era dónde y cómo se situaban los remeros de las trirremes.

La Olympias es hija de muchos padres. Surgió la idea cuando un arquitecto naval inglés, John F. Coates, discutió sobre cómo eran las trirremes con un historiador, J.S. Morrison, profesor en Oxford. La polémica se convirtió en una de las más largas que se recuerda en las páginas de The Times, pues ingleses tenían que ser los dos, y fueron ventilando sus diferencias y objeciones en ese periódico hasta llegar a algo parecido a un acuerdo. Entre los dos fabricaron modelos a escala, estudiaron las referencias a las trirremes en los textos clásicos, en jarrones, grabados, inscripciones..., analizaron los pecios conocidos y se atrevieron a diseñar una trirreme a tamaño natural. Aquí hicieron trampas, pues trajeron madera americana, pero lo hicieron porque los bosques griegos ya no eran los que habían sido.

En ese momento ya tenían a su lado un buen equipo de historiadores y técnicos navales interesados en el proyecto. Varios profesores de disciplinas clásicas se sumaron al reto y dieron con un banquero que tenía una gran afición por las trirremes y dinero que gastar en ellas. Perfecto. Nació The Trireme Trust y la Armada Griega se sumó al proyecto. Se pusieron todos manos a la obra en 1985. En agosto de 1987, se botó la nave y se entregó a la Armada Griega. Había nacido la Olympias.

La Olympia a todo trapo es capaz de alcanzar unos 14 nudos.

Un buque interesante: 70 toneladas de desplazamiento, casi 37 m de largo y 5,5 m de ancho, una quilla a 1,25 m por debajo del nivel del mar, la potencia de 170 remeros y una velocidad sostenida (a remo) de poco más de dos nudos. En total, embarca a poco más de 200 hombres. Su principal arma es un espolón de bronce de 200 kg, diez hoplitas y cuatro arqueros. 

El espolón de la Olympias.

La Olympias es un ejemplo de arqueología experimental, quizá el más llamativo de todos los que conozco. Ha sido empleada repetidas veces para conocer mejor tanto la navegación como la guerra en el mar de hace 2.500 años. Gracias a la Olympias sabemos de qué era realmente capaz una trirreme y nos enfrentamos a los mismos problemas que los marinos de la guerra del Peloponeso. Podemos criticar los textos históricos con más rigor y verificar si tal o cual suceso pudo haber sucedido como lo contó Tucídides o Heródoto. Comprendemos mejor las ventajas y las dificultades de la expansión de Grecia por el Mediterráneo.

No tardó la nave en embarcar a esforzados becarios de historia, lenguas clásicas y demás disciplinas humanísticas para que tiraran de los remos. Así, de experimento en experimento, sabemos que la Olympias puede llegar a los 9 nudos a fuerza de remos (incluso, rozar los 10); que puede girar sobre sí misma mucho más deprisa de lo que se creía, en un minuto justo y en muy poco espacio; que unas horas de práctica a bordo son más que suficientes para formar a los remeros-becarios; que soporta con dificultades olas de más de un metro; hemos podido calcular la cantidad de agua que necesitaba un remero cada hora para poder seguir remando; etcétera.

Su historial naval es notable. En 1987 hizo muchas travesías arqueológico-experimentales, que prosiguieron en 1990, 1992 y 1994. En 1993, viajó al Reino Unido, donde tuvo un topetazo que tuvo que repararse poco después. En 2004 navegó por el Pireo, como sus ilustres antepasados, pero esta vez portando la antorcha olímpica. De vez en cuando la sacan a pasear, pero permanece en un museo, en Atenas. Cuando uno la ve ahí tan bien puesta, en dique seco, recuerda a los argonautas, por ejemplo, y busca dónde colgar el vellocino.

Aprendiendo a remar.


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