El señor Mas en el discurso de clausura en el Liceo. Poco después...
Hace pocos días, en el Liceo de Barcelona, se celebraron unas jornadas empresariales, que organizaba la Asociación para el Progreso de la Dirección (Zona Mediterránea) y Deloitte, una empresa de asesoría y consultoría. El tedioso paripé fue amenizado por un final imprevisto.
Hay que recordar que estos días transcurren entre polémicas. En especial, las que se traen entre manos los empresarios catalanes con los que mandan ahora en la Generalidad de Cataluña. ¿De qué discuten en tales polémicas? ¿De cómo reactivar la actividad empresarial? ¿De cómo crear puestos de trabajo? ¡Quiá! Del Proceso, ya ven. El mundo se viene abajo y ellos... En fin, qué les voy a contar.
Los ejecutivos de las empresas alemanas afincadas en Cataluña manifestaron que culminar el Proceso provocaría un desastre en su cuenta de resultados y que la mayoría nos dejarían y se largarían a cualquier otra región que no quisiera independizarse de un Estado miembro de la Unión Europea. A poco de manifestarse así en voz alta, fueron públicamente calificados como ésos de la Cóndor, no diré más.
Poco después, el señor Mas, ínclito presidente de la Generalidad de Cataluña, solicitó a los empresarios que se implicaran en política. Es decir, que se implicaran en política para apoyarle en el Proceso. Los grandes empresarios no se lo pensaron dos veces y le dijeron al señor Mas que no, que no se implicaban en el Proceso y ahí te quedas tú con tus cosas. Se volvió a liar parda.
Entonces llegó la jornada en el Liceo. Se invitó al señor Mas para que hiciera el discurso de clausura. El tipo es de ideas fijas y volvió a pedir a los presentes que se implicaran en política (id est, para que se mostraran abiertamente a favor del Proceso). Dicho lo cual, subió al estrado el señor don Emili Cuatrecasas, el jefe de un bufé de abogados de mucho postín, que también es presidente (o algo así) de la Asociación para el Progreso de la Dirección (Zona Mediterránea).
Don Emili Cuatrecasas, abogado, que habló después del presidente.
Es lo más habitual que la clausura propiamente dicha corra a cargo del organizador del acto, que no dirá más que (pongo por ejemplo) Agradezco la asistencia de todos ustedes a las jornadas de tal y cual y esperamos que hayan sido de su agrado, nos felicitamos por haber contado con la colaboración de Fulano y Mengano, etcétera. Muy breve. Y ya puede uno irse. Por eso suele aplaudir el público, porque se acaba el acto.
Pero don Emili lanzó una puya al presidente Mas. Le dijo que él se sentía catalán y español, ya ven. Yo me siento en una silla. Todo el mundo es libre de sentirse como quiera, ¿verdad? Pero dijo don Emili cómo se sentía y saltó uno de los asistentes, el señor Gajo (también abogado) y le espetó a don Emili... En fin, que pegó un grito.
Unos periódicos aseguran que gritó: ¿Por qué no te callas? Otros, que exclamó: ¡Más respeto para el presidente! Algunos dicen que añadió: ¡Nadie puede hablar después del presidente!
Dijera lo que dijera, despertó a la mitad del auditorio y de ahí que no sepamos exactamente qué dijo, porque los pilló a todos con la cabeza en otra parte.
Discutiré al señor Gajo que nadie pueda hablar después del presidente. He asistido a muchas jornadas técnicas o empresariales que acaban con el discurso de un presidente, un ministro, un consejero... Mal asunto, porque el fulano suele dormir a las ovejas. Qué tedio, qué horror. No acaba nunca. Pero uno sale de su ensueño cuando, justo después de ese presidente, ministro o consejero, sale el organizador del acto para proclamar que ya nos podemos ir todos a casa, que ya está. Tal dice y aplauden todos, de puro contento y la sala se vacía en segundos. ¡Cuántas veces no habré vivido esta horrible experiencia...!
Don Emili (izquierda) y el señor Gajo (derecha), justo después del incidente.
Observen cómo se ha vaciado la sala en menos de un minuto.
Parece que existe una cierta unanimidad en lo que pasó justo después del grito del señor Gajo. Eso es así porque entonces ya estaban todos despiertos, del susto. Se hizo el silencio en la sala. Luego, don Emili agradeció la intervención, dió por finalizadas las jornadas y se llevó los aplausos, que el público tenía unas ganas de volver a casa que ni les cuento.
Pero ¡ya ven cómo está el patio! Cuando el Gajo vuela bajo...
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