Discutíamos con un amigo la situación política catalana y éste la resumió con contundencia. Dijo:
A Mas sólo le importa lo de Mas, no lo de los demás.
Juegos de palabras aparte, su análisis fue tan certero que no hubo mucho más que decir.
Es mío, dice uno. No, mío, responde el otro. Y así hasta el ridículo.
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