Un lío sexual



Las cosas del sexo han cambiado mucho en muy poco tiempo, gracias a Dios. Ahora somos mucho más tolerantes con algunas maneras de utilizarlo, y menos tolerantes con algunas otras. Pero el respeto a las aficiones del prójimo acarrea algunos inconvenientes. Uno de ellos, y no es baladí, es el de llamar a las cosas por su nombre.

Así, una persona normal, estándar, dicho sin ánimo de ofender a nadie, una que se siente atraída por un sexo diferente al propio, se convierte en heterosexual. Antes no hacía falta decirlo, uno era tal que así y sanseacabó. No es ningún delito ser normal, estadísticamente hablando, y uno tendría que poder decir que es normal (sin emitir ningún juicio de valor por ello). Pero lo cierto es que se confunde la normalidad estadística con otra cosa. Que uno no sea normal no querrá decir que su afición sea menos frecuente, sino que es mala o perversa. No es cierto, pero es lo que se interpreta. Así que la vida moderna exige especificar esa normalidad con otra palabra (intentando suprimir el juicio de valor que siempre existirá).

Así que, si uno se apunta en un sitio web para buscar pareja, por ejemplo, le preguntarán si es heterosexual. En argot, si es hetero. En griego, a decir de la RAE, hetero designa otro, desigual o diferente, y de ahí lo heterogéneo, por ejemplo. Uno tendrá que deducir que si gusta de las personas del otro sexo (las más de las veces) será heterosexual.

El término homosexual, en cambio, tiene su intríngulis. Homo también viene del griego, y significa igual. No viene del latín, no quiere decir hombre. De todos modos, si este homo fuera hombre, no sería varón, sino el hombre genérico, es decir varón o hembra. Entonces, un homosexual sería el que quiere emplear el sexo (y a veces lo emplea) con cualquier persona del género humano, y no es exactamente eso lo que queremos decir. Así que homo, del griego, y ya nos entendemos.

El problema es que homo, hombre, se interpreta normalmente como varón. De ahí que algunos distingan entre homosexuales y lesbianas. Hacen mal. Diccionario mediante, tendrían que ser... Aquí surgen los problemas, porque se considera de mala educación emplear términos como marica o maricón, u otros, que suelen ser (o son) despectivos, mientras que el término lesbiana, no (no tanto, al menos). No existe (mejor dicho, no la conozco) una palabra que defina al varón que se siente atraído por los demás varones que no pueda leerse sin ofensa.

El diccionario de la RAE reconoce el término gay, pero no distingue entre sexos. Es decir, que podría haber un gay varón o un gay mujer. ¡Qué lío! Pero gay es un anglicismo que podría traducirse como muchachito ligero de entendederas. No me parece a mí muy respetuoso, aunque sea el término más empleado para evitar el problema del prefijo homo.

Peor lo ponen cuando en español existe gayo o gaya, que es un adjetivo que significa alegre o vistoso. Así que entre la palabra gay (un anglicismo reciente) y gaya (una palabra española muy antigua) surgen confusiones tremebundas. Fíjense que la que hasta ahora era La Gaya Ciencia, de Nietzsche, se ha vuelto a traducir como La Ciencia Alegre, o algo parecido. Palabra de honor, que lo he visto.

Luego vienen otras aficiones.

Existe el prefijo bi, de dos, o dos veces. Se emplea bisexual para designar a la persona que alterna la heterosexualidad y la homosexualidad... o quizá las practique simultáneamente. Es decir, que siente afición por los dos sexos, de ahí lo de bi. Pero un anónimo amigo mío se define a sí mismo como bisexual porque sostiene que siente mucha afición por el bello sexo y por su propio sexo, el de él mismo, quiero decir. Es una manera de verlo.

Los asexuales también reivindican un espacio en este ámbito de los palabros sexuales. Cuidado con la palabra, porque designa un tipo de reproducción animal en la que no intervienen los gametos, pero se aplica a gentes que no sienten afición por el sexo. No es lo mismo asexual que célibe, conste. También se llama asexual al que no sabe muy bien por qué sexo tiene afición. Como vemos, faltan palabras para definir todas las variantes posibles.

También están los transexuales. Trans es un prefijo de origen latino, que significa al otro lado. ¿Al otro lado del sexo? No exactamente, sino el sexo del otro lado, porque se interpreta que un transexual es la persona que quisiera tener el sexo que no tiene, no siendo lo mismo que un homosexual, que siente atracción por las personas de su propio sexo, o un hermafrodita, que no se sabe muy bien qué sexo tiene, teniendo los dos. 

¿Existen los holosexuales? Es decir, los que tienen afición por cualquier modo de empleo sexual, por todo uso del sexo. No lo he leído en ningún sitio, pero alguno habrá.

Volviendo a los bisexuales, el diccionario también recoge que se puede aplicar el término a quien tiene dos sexos. Es decir, un bisexual, aparte de un personaje al que le da lo mismo carne o pescado, podría ser un hermafrodita. Pero he aquí que ahora llaman intersexuales a los hermafroditas, que es lo último que me faltaba por oír. ¿Por qué complicarse la vida con nuevas palabras si ya existen algunas muy correctas? Intersexual...

No prosigo. El mundo del sexo está lleno de matices y prefijos y de tantas aficiones que su enunciado sería enciclopédico. Hay que saber latines para moverse en estas aguas. O practicar el griego, y no me lean mal.

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