La Cataluña desigual y cicatera


El honorable señor Cleries, uno de los Mejores y responsable de una parte de la política social catalana, felicisímo y encantado de haberse conocido.

Sigo predicando en el desierto, pero planteo cuál debería de ser la principal preocupación de nuestras autoridades y líderes patrios. Véase.

Según las cifras, la renta per cápita catalana es un 18% más elevada que la renta española y la renta media de la Unión Europea (que son casi idénticas). Que se entienda, la renta per cápita catalana supera los 120.000 euros por persona y año. Que hay crisis, cierto. Que hay dinero, también. Ahora bien, cómo se reparte es harina de otro costal.

Me remito a los datos oficiales. Las rentas del 20% de los catalanes más ricos suman seis veces, seis, más que las rentas del resto de los catalanes. Dicho de otra manera: sean cinco catalanes. Uno de ellos ingresa seis euros y los otros cuatro juntos, un euro. En el otro extremo, la mitad de los catalanes es pobre.

El salario medio de un catalán no llega a 24.500 euros al año, brutos. Es decir, la riqueza que genera un catalán es cinco veces superior al salario que recibe a cambio. Lo peor es que, desde 2010, el poder adquisitivo estos ingresos han disminuido un 20%, el 22% de la población activa está en paro y la inflación crece (ahora mismo está cerca del 4% anual). La diferencia entre la renta media y el salario medio se ha incrementado mucho; en cristiano, los ricos son más ricos que antes y el resto, más pobres. La crisis se la comen los de siempre.

La media de gastos de un hogar está en algo más de 12.000 euros por persona y año. Como la familia más frecuente en Cataluña está compuesta de tres personas, si no trabajan dos de ellas, no podrán afrontar los gastos y eso explica que dos de cada tres familias catalanas pasen problemas para llegar a final de mes.

La media vive bien, digo, porque la situación es mucho más dramática para una gran parte de la población. Medio millón de trabajadores catalanes (500.000) cobran menos de un 60% del salario medio. Pero los hay que están peor. El 45,7% de los catalanes tiene ingresos inferiores a los 8.500 euros al año, casi la mitad.

Gracias a las prestaciones sociales, que pueden equipararse a un ingreso, esa cifra se reduce al 22% de la población. Es decir, uno de cada cinco catalanes vive en la pobreza, todo y las ayudas sociales. La situación entre ancianos y niños es escalofriante. Si no fuera por los servicios sociales, serían pobres de necesidad nueve de cada diez ancianos; uno de cada tres menores de 16 años es pobre, ayudas mediante; 350.000 niños (tres de cada diez) viven en situación de pobreza.

¿Qué hacemos para intentar remediarlo?

En Cataluña, las prestaciones sociales suman el 17% del PIB; en España (Cataluña incluída) el 21%; en la Unión Europea, más del 26%. Es decir, nuestra renta supera un 18% la de un europeo, pero invertimos un 16% menos que él en política social. Ahora considérese que la tasa de pobreza europea es un 22%, la española, un 26% y la catalana ¡un 30%! ¡Estamos peor que Grecia! Somos los primeros en Europa en desigualdad social, pero los últimos en prestaciones sociales. ¡Bravo! ¡Olé! ¡Qué buen gobierno!

Ahora me vendrán con Madrid y tal. Bah, cuentos. Pensiones aparte (que dependen de la Tesorería de la Seguridad Social), el 97% del presupuesto de las prestaciones sociales en Cataluña depende de la Generalidad de Cataluña; el 0,13%, del Gobierno de España. La tercera o cuarta Comunidad Autónoma en presupuesto per cápita está en la cola en gasto social por habitante. El presupuesto de la Generalidad de Cataluña se resuelve en Cataluña y lo votan diputados catalanes. Ellos quieren que sea así y así es. Ellos son los responsables, punto.

Visto el panorama, esto es una insensatez, casi un delito. Pero el gobierno instalado en Barcelona prefiere recortar las prestaciones sociales a tasar las grandes fortunas, o gasta más en subvencionar al F.C. Barcelona que en combatir la pobreza infantil. En el fondo, tenemos lo que nos merecemos y bien está que sea así.

1 comentario:

  1. ¡De nuevo, bravo! Es tan sencillo y clarificador acudir a los fríos números.

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