In situ, por el autor.
En el Ensanche (Eixample) de Barcelona uno puede encontrarse con varias iglesias que fueron trasladadas piedra a piedra del centro histórico a la nueva zona urbanizada a finales del siglo XIX. Hoy en día ni se nos pasaría por la cabeza un traslado así, pero en la época se puso de moda.
Una de estas iglesias que se fueron de viaje a las afueras es la basílica de la Purísima Concepción y Asunción de Nuestra Señora, que por abreviar llamamos de la Concepció (en catalán). La plantaron en una de las calles más transitadas de la ciudad, Aragón, entre Roger de Llúria y Bruc, y ocupa casi toda la manzana.
Había sido, atención, el monasterio de Santa María de Jonqueres, cerca de donde está hoy la plaza Urquinaona. El plan del Ensanche iba a pasar por encima de este edificio gótico, como una apisonadora, pero el Ayuntamiento de Barcelona puso manos a la obra para salvar el monumento. ¿Cómo? Trasladándolo piedra a piedra hasta donde hoy puede verse.
Sólo movieron la nave principal y el claustro. Se trata de edificios de un gótico tardío y delicado que nació al tiempo que el Renacimiento en Florencia, en el siglo XV. Es un estilo decadente, dicho con cariño: no crece fuerte como en sus orígenes, sino que se recrea en el detalle y la elegancia de la flor que está a punto de marchitarse. El campanario, llamado de Sant Miquel (San Miguel) pertenece a otra iglesia que el Ensanche se llevó por delante. Salvaron el campanario, que también es gótico, y lo adornaron con algunos pináculos, por hacer bonito. Creyeron que combinaría bien con los elementos rescatados y combinaron elementos de dos iglesias en una.
Todos estos traslados, desmontajes y montajes se realizaron entre 1869 y 1888. La nave central se completó en 1871, el campanario se alzó en 1879 y el claustro fue lo último en reconstruirse. Añado que se reinterpretó el conjunto arquitectónico original. Se añadieron capillas en el interior y tuvo que reconstruirse una parte importante de la iglesia después de la Guerra Civil, porque el templo fue pasto del saqueo y las llamas entre 1936 y 1937. Las intervenciones neogóticas del interior de la iglesia son de 1942.
Sorprende vérselas con el claustro en medio de la vorágine ciudadana. Su arquitectura calma los ánimos y procura solaz para el espíritu.
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