He leído estos días un pequeño ensayo... En verdad, la suma de tres artículos del profesor Evelio Moreno Chumillas (1950-2011), que son: Las ciudades ideales del Cinquecento (1998), Utopías de la mediocridad (1995) y La democracia reside en la mediocridad (2000). Los ha publicado en 2014 uno tras otro en un pequeño librito, con introducción de José Manuel Bermudo, Ediciones sequitur (escrito así, con minúscula). Se publica con el título Elogio de la mediocridad (o la democracia ideal).
Qué maravilla. Se lee fácil, se entiende lo que dice, da en qué pensar, pone en cuestión muchas de nuestras ideas, invita a la reflexión... Es una lectura muy provechosa para los aficionados a la política en general, a la filosofía política en particular, a la historia, al Renacimiento, a la economía y un largo etcétera. Dicho así, parece un ensayo sesudo y académico, pero ¡quítense esa idea de la cabeza, caramba! El rigor del profesor Moreno no está reñido con un mensaje que es la mar de interesante y que cualquiera puede comprender.
Comienza con un capítulo poco conocido de la historia de la filosofía política, el que se refiere a los tratados sobre la ciudad ideal escritos en el siglo XVI, mucho menos conocidos que las famosas utopías. Sin embargo, fueron muy importantes en su época y resumen el pensamiento clásico y renacentista en un mundo en pleno proceso de cambio y crisis institucional. No se (re)conoce lo suficiente la influencia que tuvieron en la doctrina política moderna y contemporánea, dice el autor, y nos explica su esencia porque, sostiene, ahora, precisamente ahora, puede sernos muy útil.
Sin darle más vueltas al asunto y sólo a modo de resumen muy grosero, la mediocridad es una mala traducción de la mediocritas. En la ciudad ideal, no destaca un ciudadano encima de los demás, se procura que eso no suceda. Si alguno lo pretende, se le expulsa, aplicando la sentencia del ostracismo que inventaron los griegos. La mediocritas se afirma cuando uno es un buen ciudadano si está dispuesto a correr con las responsabilidades del gobierno y cuando uno es un buen gobernante si está dispuesto a dejar de serlo y regresar a su condición de ciudadano. Etcétera.
Hoy vemos algunos consejos de esos pensadores renacentistas con la mirada asustada, pero la redistribución de la renta en busca de una menor distancia entre las rentas de los ricos y los pobres, ¿no es acaso una herencia de esa mediocritas clásica?
A poco que les interese la cultura política, échenle un vistazo.
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