Del tres al treinta y tres por ciento


Cualquier agrupación de personas que decide fundar un partido político lo hace porque tienen presente una afinidad ideológica que los impulsa a colaborar en una determinada línea de actuación, ¿no? Luego vendrá cómo se organizan, después discutirán cómo van a llamarse, con que lemas o logotipos se escribirá su propaganda y, al final, se presentarán en el registro correspondiente y ya serán un partido político que podrá participar en unas elecciones. Ése sería el procedimiento sensato, el que sigue todo el mundo. Sin embargo, en el PDECat se ha seguido el procedimiento inverso, con el resultado que salta a la vista.

Acosada por el 3%, fundamento de sus orígenes pujolianos y esencia de su ideología y pragmática, después de ser sistemáticamente destrozada por el señor Mas y su tropa, la antigua Convergència organizó la operación Cambio de Chaqueta. Si dejaba de ser Convergència para ser otra cosa, se acabarían todos sus males y seguirían mandando los mismos, se decía por los pasillos. ¡A ello, pues!

Un plan tan audaz requiere inteligencia, un bien escaso. A falta de ella, la operación Cambio de Chaqueta optó por la originalidad: en vez de comenzar la casa por los cimientos, la comenzó por el tejado. Se reunieron con mucho aparato, fundaron un partido anónimo y la primera cuestión que se planteó a sí mismo fue: ¿Cómo nos llamamos? ¿Consecuencia? Todos recordamos el ridículo del Congreso Constituyente que discutió precisamente eso, porque otra cosa no supo (ni pudo) discutir. 

¡Ay, Dios! La que organizaron... El nombre escogido por la cúpula no gustó a las bases. El pastón que se gastaron en una birria de nombre no sirvió para nada. Las bases escogieron el nombre de un partido que ya existía y que, además, ¡era socio de su gobierno! Fue un esperpento en toda regla. El nuevo (ejem) partido se mantuvo anónimo durante semanas, y, visto el éxito del nuevo nombre finalmente elegido, cambiado y modificado para poder registrarse, mejor les hubiera sido ponerse Antiga Convergència, porque es el nombre que al final emplea todo el mundo para referirse al PDECat. 

Fundado el partido y bautizado al fin, quedaron dos temas pendientes. Uno, los estatutos, que es decir su propia organización, que no es poco. Con la lección aprendida, discutieron el asunto sin hacer publicidad, pero les costó sangre, sudor y lágrimas ponerse de acuerdo porque nadie quería perder y todos querían pillar. El segundo tema pendiente, definir una ideología política y un programa de gobierno coherente con ella... Bueno, eso está todavía por discutir. De hecho, la ideología convergente... ¡es la que es! En la operación Cambio de Chaqueta, la ideología del nuevo partido era lo menos importante, mientras pudieran disimular que Convergència y el PDECat son una y una misma cosa.

La cúpula de la antigua Convergència. 
En la mesa, los doce apóstoles, más el Mesías, María Magdalena y un señor con flequillo.

El problema de los estatutos es que el nuevo (ejem) partido quiso ser más papista que el papa. Se propuso que no pudieran acumularse más de dos cargos institucionales o del partido por persona entre los dirigentes del partido, y que no pudiera formar parte de la dirección del partido quien tuviera un alto cargo en el gobierno (de la Generalidad de Cataluña). 

Pero cuatro de los doce personajes elegidos para dirigir la antigua Convergència... En fin, dimitieron espectacularmente. Una, Elsa Artadi, era un alto cargo del gobierno. Los estatutos la expulsaban de la dirección del partido. Otros tres, Montserrat Candini, Albert Batet y Lluís Guinó, eran a la vez alcaldes de su pueblo y diputados en el Parlamento de Cataluña. Ergo, o dejaban de ser alcaldes o dejaban de ser diputados o abandonaban la cúpula del partido. De un día al siguiente, la recién estrenada cúpula directiva del PDECat perdió no el 3% de comisiones, sino el 33% de sus directivos. ¡La madre! La dimisión de estos cuatro personajes provocó mucho revuelo y avergonzó a los portavoces del partido. Porque, ¿no lo habían visto venir? Estrenan una cúpula directiva ¡y les dura cuatro días!

Semejante forma de pensar con los pies tuvo consecuencias, pero el PDECat mantiene las formas de la antigua Convergència y disimula muy bien. Donde dije digo digo Diego y ya está. Apagaron el incendio con sifón, montando un chiringuito interno llamado Comisión de Calidad Democrática que decidió que esos cuatro personajes no hacía falta que dimitieran de la dirección del partido y así, publicando una norma un día y saltándosela a la torera al día siguiente, el PDECat ha iniciado su andadura política con mucho oficio y aquí no ha pasado nada. Si gobiernan el país como gobiernan el partido... Bueno, es lo que ya se ve, ¿no?

¿Por qué dimitieron esos cuatro personajes? Hay quien señala tensiones internas, que, en cristiano, quiere decir que están a matar entre ellos, pero eso es algo que no nos incumbe. El reparto del poder es lo que tiene, y cuando el barco se hunde los botes salvavidas van muy buscados. Se señalaba también que si los tres alcaldes que son también diputados dejasen de ser diputados para seguir mandando en el partido, la antigua Convergència perdería tres escaños que serían ocupados... por diputados de ERC, por aquello de haberse presentado en coalición unos y otros. Ay, no, exclamaron. Porque convergentes y republicanos parece que están a matar entre sí por ver quién manda ahora y cuando haya elecciones. 

También se conoce una interpretación más pragmática: antes de dejar de ser alcalde, diputado o alto cargo de la Generalidad de Cataluña, dejo de ser el correveidile de un partido político, donde se cobra mucho menos por nada. Por delante de todo, la coherencia ideológica convergente. Favor por favor, la Comisión de Calidad Democrática dictó sentencia y así todo ha cambiado para seguir lo mismo.

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