Fresas



Tengo en lo más alto de mi consideración lectora a Roth, a Joseph Roth. Nunca me ha defraudado y alguna vez me ha elevado a lo más alto. Tiene obras mayores y menores y ¡fíjense! quizá sea en las menores en las que apunta sus mejores maneras.

Lo digo porque Acantilado acaba de publicar, magníficamente traducida por Berta Vias Mahou, Fresas, de Joseph Roth. Es una obra inacabada y es, sin embargo, redonda y perfecta en su imperfección. Podría haber tenido más o menos páginas y creo que daría lo mismo. Cada página es, en sí misma y en relación a las demás, una pequeña (gran) demostración del oficio de la escritura y un verdadero placer de lectura.

Roth nos traslada a un pueblo del este de Europa que tiene mucho que ver con el pueblo en el que nació y nos presenta a una serie de personajes que serán recurrentes en algunas de sus obras. Se expresa en un tono levemente humorístico, a ratos irónico, evidentemente nostálgico, que comparte el recuerdo de un mundo perdido para siempre, víctima del tiempo y las circunstancias. Poco más o menos lo que nos pasa a todos, que añoramos el paisaje de la infancia, o lo añoraremos, si todavía no se ha dado el caso. Pero nadie añora como Roth, nadie.

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