Nos ha tocado en suerte a San Bartolomé, y menos mal. Nos podría haber tocado un santo menos interesante. Bartolomé murió despellejado y desventrado, lo que tiene su mérito, y se anuncia con un cuchillo en la mano y las Escrituras bajo el brazo. Aunque ya nadie se acuerde, la Fiesta Mayor gira toda alrededor de San Bartolomé, que protagoniza la procesión por delante de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, porque tiene que verse quién manda aquí, caramba.
Lo que es yo, verlo y recordar el vals triste de El Padrino es todo una. Me imagino en Corleone, qué le vamos a hacer. En cambio, una amiga mía, de sangre andaluza y ardiente, al ver al santo en volandas, exclama que eso ni es santo ni es ná, que tendrían que ver cómo las gastan los santos en Sevilla. Procuro callarla asegurando que San Bartolomé dejó dicho que se gastaran los duros en fuegos y chirimías, no en tallas de Berruguete.
Lo que es yo, verlo y recordar el vals triste de El Padrino es todo una. Me imagino en Corleone, qué le vamos a hacer. En cambio, una amiga mía, de sangre andaluza y ardiente, al ver al santo en volandas, exclama que eso ni es santo ni es ná, que tendrían que ver cómo las gastan los santos en Sevilla. Procuro callarla asegurando que San Bartolomé dejó dicho que se gastaran los duros en fuegos y chirimías, no en tallas de Berruguete.
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