A mediodía

En medio de la canícula, a vueltas con las vacaciones, abro este cuaderno y me pregunto qué escribir. Los que me conocen saben de mi afición por Nietzsche. Será inevitable mentarlo.

Citaré uno de los pasajes más bellos de su obra, que Sloterdijk me obligó a releer. Pertenece a la cuarta y última parte del Zaratustra. El capítulo, A mediodía. Dice así:
Como una nave cansada en la más silenciosa de las bahías: así descanso yo ahora próximo a la tierra, leal, confiado, esperando, unido a ella a través de los hilos más tenues.

¡Oh, felicidad! ¡Oh, felicidad! ¿Quieres acaso cantar, oh, alma mía? Yaces en la hierba. Pero ésta es la hora misteriosa y solemne en que ningún pastor toca su flauta.

¡Ten cuidado! Un caluroso mediodía duerme sobre los campos. ¡No cantes! ¡Silencio! El mundo es perfecto.


La traducción es de José Rafael Hernández Arias, en la versión del Así habló Zaratustra tan bellamente editada por Valdemar en 2005.

El mundo es perfecto. Ojalá todos los veranos fueran así.

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