Los peces no cierran los ojos (I pesci non chiudono gli occhi) fue publicada por Feltrinelli el año pasado, y este año en España, por Seix Barral, (muy bien) traducida por Carlos Gumpert. El autor se llama Erri (de Enrico) De Luca, napolitano. Es un texto magnífico, emocionante y brillante, un ejercicio de la mejor literatura condensado en pocas palabras.
Erri De Luca es, él mismo, un acontecimiento, un personaje poco convencional. Una vez dijo que escribía siempre de rodillas, de madrugada, a mano, en un cuaderno pautado. Porque esa manera de hacer me recuerda la vida de los reclusos, añadió. Escriba como escriba, se le considera uno de los mejores escritores de la lengua italiana de los últimos tiempos.
Los peces no cierran los ojos refleja un tanto la vida agitada y poco convencional de Erri De Luca, y no sólo por su carácter autobiográfico. De Luca, autodidacta, muestra que su escritura y la estructura que la sostiene no es convencional, pero sí excelente. Cada página es una pequeña obra maestra, amante de la prosa simple y bien construida, que se obtiene con el extremo cuidado de quien emplea lo justo y nada más. En cuanto a la estructura, que sigue el recuerdo de una infancia de diez años, una infancia que muere antes de inaugurar la adolescencia, es sólida y elegante, y soporta la mar de bien la perspectiva de un narrador que contempla ese mundo que ya no existe y se pregunta el porqué de lo que vino después.
No les explicaré el argumento, porque es lo de menos y allá ustedes con él.
Éste es un libro simplemente bello. Erri De Luca me ha sorprendido tan gratamente que no dudo en recomendarles Los peces no cierran los ojos... con los ojos cerrados. ¡Léanla!
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