La historia del carísimo reloj de Rafael Nadal, el misterio del tourbillon perdido, ha llegado a su (aparente) fin. Gracias a la tarjeta magnética que hace de llave en las habitaciones del hotel, la policía ha podido pillar a un camarero que, finalmente, ha confesado haberse llevado el reloj consigo en mala hora. No podemos dar más detalles del suceso, ni recrearnos en él, porque el crimen es algo triste cuando abandona la ficción y se presenta real ante nosotros.
En todo caso, persiste la fealdad del peluco.
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