La ética de los sinvergüenzas


Los hechos

Un sinvergüenza pertenecía al Consejo de Administración de Bankia - Caja Madrid, valga la redundancia, y era además vicepresidente de la CEOE. Lo han pillado echando mano del dinero y llevándoselo a casa con el desparpajo del bucanero. Sorprendido por la reacción del público, ha dicho que no piensa dimitir de su cargo en representación de los empresarios. 

Lo que enerva al personal es que los empresarios aplaudan el gesto y le mantengan en el cargo. Por si sirve de consuelo, el fulano asegura que no se volverá a presentar al cargo en representación de los empresarios madrileños. Dice que tiene cosas que hacer y que no puede dejarlas a medias. Entre ellas, la de poner al día el código ético de la CEOE. Manda güevos, que dijo un gran estadista.

Uno de los sinvergüenzas pillados en falta, Fernández.

El sujeto se llama Arturo Fernández. Gastó más de 10.000 euros en comilonas en sus propios restaurantes, a los que añadir 47.500 euros más que se gastó su concuñado Díaz Ferrán (hoy preso por sinvergüenza) en los mismos. Un periodista con imaginación definió el caso como autofacturación

Pueden leer el detalle de los gastos que realizó con esos fondos en negro aquí mismo, en:

La Comisión de Régimen Interno de CEOE, presidida por Joaquín Gay de Montellá, de Fomento del Trabajo, ha concluido que el comportamiento del señor Fernández no atenta (sic) contra el Código Ético y de Buen Gobierno de la CEOE. Pueden leer tal código en esta dirección:

Si acaso, dice la comisión, se trata de un asunto puramente personal (sic).

Para ello se basan en el Capítulo IV de ese código, titulado Compromiso Reputacional (sic). Ningún miembro de la CEOE (cito) colaborará conscientemente con terceros en la violación de ninguna ley, ni participará en ninguna actuación que comprometa el respeto al ordenamiento jurídico vigente

Luego dicen que si se le abre un procedimiento penal, entonces habrá que echarlo, pero (cito) Se entenderá que se ha abierto un procedimiento penal cuando se formule contra el interesado escrito de acusación por el Ministerio Fiscal; o cuando se adopte contra el mismo una medida cautelar de especial importancia e intensidad; o cuando contra el afectado se dicte un auto de procesamiento. Como nada de eso le ocurre al señor Fernández, el sinvergüenza merece todo el apoyo de los empresarios de la CEOE. Ahí queda eso.

Consecuencias políticas

(Actualizado el 16 de octubre) Coincidiendo con la publicación de estas palabras (15 de octubre a las 2100 h.), los periodistas anuncian la dimisión de Arturo Fernández como vicepresidente de la CEOE. Dimite, sí, pero poquito. Seguirá al frente de los representantes de los empresarios madrileños y a falta de alguien que le sustituya en la CEOE, seguirá ejerciendo de vicepresidente.

Tiene sus razones. El código ético de la CEOE no vale para echarlo o cesarlo de sus responsabilidades en la organización, pero el escándalo ha sido mayúsculo y la población no se anda con cuentos. La prensa ha hincado el diente en esta jugosa noticia de corrupción (de inmoralidad pública, si quieren) y el público ya no tolera estos comportamientos. La crisis ha arruinado a la mayoría y a los pobres sólo les queda la honra, y verla arruinada por esta gentuza...

Una disquisición filosófica

El problema es que la CEOE tiene un código ético (mal escrito), cuando lo que debería tener es un código deontológico (y alguien que sepa escribir). Como los señores de la CEOE son poco leídos y no distinguen ética de papiroflexia, será mejor que les explique. Va por ustedes.

Una lectura recomendable.
No es lo último en ética, pero no está mal para empezar.

Las personas se comportan de una determinada manera. El estudio de ese comportamiento podría llamarse (de hecho, así se llama) pragmática. Qué es lo que haces en tal o cual situación, lo que haces de verdad. Para que no hagas perrerías se inventaron las leyes, que ponen límites no a lo que piensas, sino a lo que haces. 

La moral (del latinajo mors, costumbre) nos dice qué considera una sociedad que es bueno, correcto, apropiado o todo lo contrario. Las leyes se basan en la moral. Si la mayoría cree que robar es malo, incorrecto, inapropiado, la ley prohibirá robar y será inmoral robar. Pero si el señor Fernández roba y ustedes, sus amigotes de la CEOE, dicen que no importa y de verdad parece que no importa, verán muy clara la diferencia entre moral y pragmática. 

La ética es algo más, pero simplificaré la idea. Como disciplina, estudia qué y por qué es moral y cómo tendría que interpretarse la moral, a nivel personal o colectivo, con la idea de qué hacer o cómo cambiarla para que sea más beneficiosa para el conjunto de la sociedad. En cierta manera, la ética es la justificación de la moral.

Hablando con propiedad, un código ético sería el enunciado de las justificaciones morales, no un código de conducta. Es decir, diría qué es el bien para un empresario, qué es lo bueno para él, para él en exclusiva, para nada ni nadie más. Pero no (repito: no) regularía el comportamiento de los empresarios. 

Dicho de otra manera, no podría exigírsele a un empresario que se comportara de tal o cual manera con un código ético en la mano, porque cada uno interpretará la ética como crea que tiene que interpretarla para conseguir aquello que cree que es bueno. Si hay que matar, violar y robar para conseguirlo, no podremos acusarlo de faltar al código ético, pero sí de cometer actos inmorales o ilegales.

Si lo que queremos es regular el comportamiento de los empresarios, lo que hacen o puedan hacer, necesitamos un código deontológico. Es decir, no regularemos lo que tiene que pensar un empresario (si piensa), sino sólo lo que puede o no puede hacer. Luego, que piense lo que quiera.

Un código deontológico nos dice cuál es el deber de un colectivo de cara al público y la sociedad, qué es lo que tiene que hacer o qué no puede hacer. Como ya he dicho, las consideraciones éticas son un plato aparte, que asoman sólo en situaciones extremas. 

El código deontológico es normativo, por definición. Se sitúa a medio camino entre la moral y el derecho; no puede autorizar actos inmorales (aunque puedan ser legales) y se rige mediante normas y procedimientos. Estas normas de comportamiento las hace públicas un colegio o colectivo profesional y se obliga a sí mismo a cumplirlas. Los médicos hacen el juramento hipocrático, por ejemplo. Como mínimo, respeta estas normas, dice un código deontológico. Es lo menos que te puede exigir la sociedad y tus compañeros y si no las respetas, chico, fuera, que no eres de los nuestros.

Así que, en propiedad, los señores empresarios de la CEOE pueden hacer lo que les salga de... lo que quieran, quería decir, porque no tienen un código deontológico, sino uno ético. Maldita la diferencia, me dirán. Vale.

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