Las atribuciones de los cuadros de Caravaggio (o de cualquier otro)


Dimos cuenta del hallazgo en El cuaderno de Luis. En los sótanos de una universidad norteamericana dieron con un lienzo del siglo XVII y alguien sospechó que pudiera tratarse de un cuadro de Velázquez, uno de sus primeros lienzos, además. La sospecha tenía fundamento, no vamos a decir que no, pero han sido precisos meses de estudios y algunas docenas de opiniones de expertos para poder decir, hoy, que no era de Velázquez. Lástima, pero no. (Pueden recordar el caso echando un vistazo aquí.)

Contemplar un cuadro en un museo nos predispone a considerarlo una obra de arte.
Pero ¿qué pasa si resulta que era una copia (y mala, además)?

Es un caso que sucede con frecuencia. A veces resulta que el cuadro de la abuelita era un Goya; a veces, que el cuadro tantos años venerado en un museo no era más que una (mala) copia del aprendiz del maestro. Esto nos inclina a preguntarnos, una vez más, qué es arte, qué no, y si no podemos saber qué (lo más seguro), por qué tal lienzo es una maravilla o un cromo. No es fácil. Como no es fácil identificar y autentificar un cuadro de Caravaggio (o de cualquier otro).

El Baco enfermo puede considerarse un autorretrato de Caravaggio joven, recién instalado en Roma como pintor por cuenta propia. Éste fue el cuadro que despertó mi interés en Caravaggio, en un viaje a Roma, memorable todo él de arriba abajo.

Michelangelo Merisi (de Caravaggio) sólo firmó un cuadro (una Decapitación del Bautista que se expone en Malta), pero pintó muchos. Sabemos a ciencia cierta que no tenemos todos los que pintó. Unos desaparecieron y pueden aparecer cualquier día en cualquier parte. Si me permiten opinar, creo que en España tenemos tres o cuatro de ésos por identificar, a ojo. Otros se perdieron en un incendio en Berlín, el 5 de mayo de 1945, junto con docenas de los grandes lienzos de la Pinacoteca. Eran un retrato de Filis Melandroni, el primer San Mateo y el ángel, un Sócrates suicidándose... Diez años después, un estudioso del Barroco, Longhi, consiguió lo que parecía imposible: resucitar al Caravaggio.

Porque no sé si me creerán o no, pero el artista más cotizado de Europa en 1600, el que más influyó en sus contemporáneos y en la generación posterior, el gran Merisi... prácticamente se olvidó. La fama es muy caprichosa y muy efímera. El gran pintor que, a decir de algunos, marcó el inicio del Barroco, era uno del montón, un pintor del que no se acordaba nadie, hasta que Longhi lo rescató del olvido con una exposición antológica en Milán, en los años cincuenta.

Longhi se vió en la necesidad de autentificar y datar lienzos que podrían ser (o no ser) de Caravaggio. Desde entonces, los grandes caravaggistas (que deben todo a Longhi) se han echado los trastos a la cabeza por si tal pieza o tal otra es en verdad un Caravaggio o no lo es, y no hablemos de las dataciones, el gran campo de batalla de los expertos. Sumemos al caso las copias que Caravaggio hizo de los lienzos de Caravaggio, y las que harían otros contemporáneos. Para volverse loco.

¿Original? ¿Copia? ¿Copia original?

El prendimiento de Cristo de Dublín y el de Odessa han pasado de ser copia el primero y original el segundo a todo lo contrario. El lío que se ha organizado con los lienzos de San Juan Bautista es de órdago. Sólo faltó celebrar los 400 años de la muerte del pintor en 2010. Salieron sus huesos a la luz (o quizá no fueran sus huesos) y un montón de atribuciones desde entonces. Hubo un Martirio de San Lorenzo que resultó no ser de Caravaggio y como este caso, docenas, porque todo aquel pueblecito que tenía una copia más o menos contemporánea de un cuadro de Michelangelo Merisi presumía de un cuadro atribuido al de Caravaggio, y es cosa de perder los nervios verse con tantos cuadros salidos de la nada.

Este Ecce Homo podría ser un Caravaggio de la primera etapa del pintor en Roma, a decir del dottore Papi. Está en una colección privada y aparecía en los catálogos como atribuido a, sin más. De ser de veras original, cambiaría un tanto la cronología de sus trabajos.

Aparte de sus huesos, han salido a la luz unos dibujos del taller del maestro Peterzano que podrían ser (condicional, podrían) de Caravaggio, en su primera etapa. La señora Gregori da con una Magdalena auténtica y Gianni Papi, con un Ecce Homo que estaría entre los primeros lienzos romanos del pintor. Tambíén han salido a la luz manuscritos que nos han obligado a cambiar la biografía del pintor (y algunas dataciones); según parece, estuvo en Roma antes de lo que se pensaba hasta ahora.

El Martirio de San Lorenzo no lo pintó Caravaggio, pero por unos días pareció que podría haberlo pintado. Entonces, todos corrieron a verlo, cuando antes no le habían hecho ni caso.

En cualquier caso, lo que quería decir es que hay que andarse con pies de plomo. El San Jerónimo que está en la abadía de Montserrat, por ejemplo, todavía tiene el atribuido a en algunas publicaciones, aunque todo parece señalar a que es un original, original de veras, de los buenos. Asegurado en 42 millones de euros, sólo faltaría descubrir que es una copia y perderlo por el camino. ¡Dios nos libre!

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