Desde Rusia con amor (Gran Premio de Rusia 2015)



Dicen que Kruschev, cuando la Unión Soviética, visitó Maranello y exclamó que por tres de esos coches él dejaba la URSS. No sé qué respondería el señor Ferrari, don Enzo, pero creo que no picó el anzuelo y que no se los regaló.

Con esa anécdota en la cabeza, pienso en el Gran Premio de Rusia y me viene a la cabeza otra sensación a medias desagradable: ¡Otro Gran Premio para gente obscenamente rica! En la Rusia putinesca, además, que no pasa por ser la cuna de la democracia, ni siquiera el plegatín.

En fin, que la carrera ha sido movidita, llena de accidentes e incidentes. En los entrenamientos libres, Carlos Sainz se pegó una torta de la que salió bien, gracias a Dios. En carrera, se han sucedido los trompazos. En uno de ellos, un Ferrari ha perdido el podio (¡en la última vuelta!), pero el otro, el de Vettel, ha quedado segundo. Uno de los Mercedes Benz, el de Rosberg, ha tenido que abandonar porque se le ha atascado el acelerador en el "todo gas" y el coche se ha vuelto ingobernable. El otro, el de Hamilton, ha ganado de calle, como siempre, y podría ser campeón del todo en quince días. 

En los pasillos, crisis. Red Bull no tiene motor y amenaza abandonar si no le dan un motor de primera de Ferrari o de Mercedes Benz. El reglamento está para dar un giro completo en dos años. La gente se aburre y los directivos no reaccionan... ¡Lo de siempre!

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