Una visita obligada (la Torre Eiffel)


Fue llegar al hotel, registrarme, deshacer las maletas en un pispás y salir corriendo hacia la Torre Eiffel. Las razones de esta prisa son mías, pero no me arrepiento de ellas.

Mi primera imagen de la Torre Eiffel.
Así, de sopetón. Un poco torcida.

Uno cree que la Torre Eiffel es omnipresente en el cielo de París, quizá por culpa de las películas. Pero la verdad es que uno puede pasear horas y horas por París sin ver asomar siquiera la puntita del armatoste. Eso sí, cuando asoma por primera vez, el corazón del turista da un vuelco. En mi caso, la aparición fue súbita y de cuerpo entero.

Desde ahí arriba se ve todo París, todo, o eso dicen.

La Torre Eiffel es impresionante vista desde lejos, vista desde cerca y ya no digamos vista desde dentro. Vale la pena subir hasta arriba del todo (a unos trescientos metros de altura), al tercer piso, aunque el billete para el ascensor cueste un ojo de la cara. Pero las vistas desde el primer y el segundo piso son también espectaculares y más económicas. Eso sí, prepárense para hacer colas.

Uno no se da cuenta de lo grande que es hasta que no se acerca a verla.

Uno puede subir o bajar andando hasta el primer o el segundo piso. El primer piso asoma a cincuenta metros sobre el suelo y el segundo, a ojo, asomará hacia los cien metros. Me da pereza buscar la cifra exacta en las enciclopedías y guías de viaje. Recorrer esas escaleras es del todo recomendable, aunque parece que no se acaben nunca y si hace frío, hace frío, les aviso. 

El Sena. Al fondo, en el centro, el Grand Palais y el puente Alexander.

La mayor sensación de vértigo podría darse en las escaleras, pero la encuentro más acusada en el ascensor. También, las apreturas, porque los turistas se apretujan como en el metro para ascender o descender. 

El autor, en el segundo piso de la Torre Eiffel. 
Al fondo puede distinguirse la cúpula dorada de los Inválidos.

El paisaje, cómo no, es impresionante. Si además uno tiene la suerte de dar con un día luminoso, ni les cuento.

El segundo piso es mucho más amplio que el tercero.
En cada piso hay dos niveles.

Con el paso de los años, la Torre Eiffel se ha convertido en un símbolo, en una seña de identidad de París y toda Francia. Es un prodigio de la ingeniería (la de su época) y es, también, un cachivache bastante inútil, puesto que tuvieron que inventar la radio para darle alguna utilidad aparte de ser un balcón muy alto sobre la ciudad. 

La Torre Eiffel al anochecer, a orillas del Sena.

Cuando la levantaron, personajes ilustrísimos y conocidos pidieron su derribo. Era, eso decían, fea. Pero yo, qué quieren que les diga, la encontré maravillosa. En su clase, es única, y recuerden que uno tiene algo de ingeniero aquí adentro. De ahí estas querencias, supongo.

Amanece con nubes bajas y miren ustedes.


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