Lenguaje perverso

El Grupo Planeta (www.planeta.es) es accionista de referencia en Antena 3 TV, Onda Cero, Europa FM y los diarios ADN, La Razón y Avui. Dígase esto porque la línea editorial del Avui se alimenta de los desmanes de las líneas editoriales de los otros medios del grupo, y viceversa, y los accionistas, tan contentos, todo sea por el negocio.

Hoy puede leerse en el Avui (www.avui.es o www.avui.cat, tanto monta, monta tanto) una de estas provocaciones al debate en forma de entrevista. El preguntado es el inefable Carod-Rovira, que una línea tras otra dejar ir palabras con un significado que no es el suyo, y a eso, en puridad, se le llama perversión del lenguaje. Es muy grave, y más grave por frecuente, en política. Quiero decir que este caballero es uno más, uno de tantos que sufre empacho de eufemismos y malversación de significados y prevaricación de metáforas, uno de tantos a los que tendría que lavarse la boca con jabón, y haberlos haylos en todas partes, de todos los colores y en todos los estamentos de nuestra mediocre clase política. No sólo él, que conste, aunque hoy venga al pelo como ejemplo.

Me quedo con un pedacito de la entrevista, por ver si pillan una de tantas perversiones lingüísticas. Traduzco: Porque, si no, lo que puede pasar es que los catalanes seamos una minoría nacional en Cataluña, donde haya marroquíes, argentinos, uruguayanos, rumanos, españoles y catalanes. Unos catalanes que son un grupito pequeño que conserva con formol determinadas esencias y yo no quiero esto; no quiero ser minoría en mi país, sino mayoría, que ser catalán sea la expresión mayoritaria de esta sociedad, cosa que quiere decir una nueva expresión de catalanidad.

(En original: Perquè, si no, el que pot passar és que el catalans siguem una minoria nacional a Catalunya, en què hi hagi els marroquins, els argentins, els uruguaians, els romanesos, els espanyols i els catalans. Uns catalans que són un grupet petit que conserva amb formol determinades essències i jo no vull això; no vull ser minoria al meu país, sinó majoria, que ser català sigui l’expressió majoritària d’aquesta societat, cosa que vol dir una nova expressió de catalanitat.)

Olé, mis huevos, y perdonen la expresión. Los catalanes no podemos ser minoría en Cataluña (excepto quizá en verano, por el turismo), porque, dígase así, todos los que vivimos en Cataluña habitualmente somos catalanes. Una minoría nacional... Pues, depende. Depende, básicamente, de lo que alguno entienda por catalán, por nacional y por minoría, y ésas son cosas muy abiertas a la interpretación cuando se pervierte el lenguaje.

Hasta donde yo sé, ser catalán es un hecho administrativo. Se requiere, para serlo, un DNI y un empadronamiento en Cataluña. Definiciones más permisivas se limitan al empadronamiento. A partir de ahí, un catalán (un ciudadano) puede pensar lo que le dé la gana, actuar como le parezca y sentir según le ha ido. La Ley tiene la obligación (teórica) de defender el derecho de cualquiera de nosotros a pensar, sentir y actuar a su gusto y discreción, y debe ser la misma para todos.

Defender que sólo es ciudadano (o catalán) ése que piensa o siente o actúa de determinada manera, y no otro, plantea dos cuestiones muy serias. La primera, quién determina cómo piensa, siente o actúa un ciudadano (o un catalán, ya puestos), y cómo, y cada cuánto tiempo. La segunda, si cumplir o no cumplir con estos requisitos implica un trato diferente por parte de la ley o del Estado, considerando que estos requisitos pueden ser arbitrarios y discrecionales.

Ser ciudadano es un derecho en democracia, un derecho que se adquiere cumpliendo ciertos trámites administrativos que presumen de objetividad. Por ejemplo, la residencia habitual. No podemos excluir de la ciudadanía a nadie porque sea de un sexo u otro, como tampoco porque sea de una religión u otra, y del mismo modo tampoco lo excluiremos por ser de izquierdas o de derechas, por pensar así o asá o sentir de esta o de esta otra manera. Esas distinciones no son objetivas y además, a quién le importan.

La ley o el Estado no puede obligarte a ser feliz, pero tiene que garantizarte el derecho a serlo, si te apetece. Ni la ley ni el Estado pueden obligarte a amar a tu patria, sea cual sea, ni a sentirte orgulloso de ella, ni nada por el estilo; al contrario, la ley y el Estado tienen que protegerte cuando, abrazándote a la libertad de expresión, cargas contra la vergüenza que sientes por compartir patria con algún que otro sinvergüenza, por poner un ejemplo, aunque seas la única persona que piense así y te ganes la antipatía pública. Que sientes morriña por la tierra que te vio nacer, que te gusta más el blues que la jota, que prefieres la túnica a los pantalones... no importa, mientras respetes la ley, y no hay más. Me aburre el fútbol y me asquea el Barça, no le veo ninguna gracia a la sardana, la Nova Cançó me da grima y pienso que es una burrada eso de hacer castells, pero me enamora el Mediterráneo, las seques amb botifarra y pasear por Barcelona. ¿Soy más o menos catalán por eso?

Cuando uno afirma que sólo será ciudadano quien piense, sienta o actúe como uno diga, estamos delante de un estado totalitario. A los estados totalitarios me remito, por no extenderme. La esencia misma de la democracia, de la libertad, la igualdad y la fraternidad, del Estado de Derecho, de una socidad abierta o como quiera llamarse, reside en el hecho de pensar, sentir y actuar como uno quiera y procurar que la Ley y el Estado no discrimine a nadie por una u otra elección personal, en lo bueno y en lo malo.

Lo demás, pamplinas. O mala fe.

(Puede leerse la entrevista original en:
http://www.avui.cat/cat/notices/2009/11/_8220_pot_passar_que_els_catalans_siguem_una_minoria_nacional_al_pais_8221_78185.php.)

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