El desastre de Le Mans

Los años cincuenta fueron los más bellos en la competición automovilística, pero posiblemente también los más terribles. Los pilotos llevaban un casco que apenas servía para nada y los espectadores estaban a pie de pista. Los accidentes se sucedían uno tras otro y algunos fueron pavorosos, pero ninguno como el desastre de Le Mans, el 11 de junio de 1955.

En 1955, Jaguar se había mostrado imbatible en los circuitos con el Tipo D, que utilizaba frenos de disco mientras sus adversarios todavía dependían de los frenos de tambor. Los Jaguar apuraban las frenadas como nadie y así batían a coches mucho más potentes. Mercedes-Benz, para vencer a Jaguar, sacó a la pista el 300 SLR, un vehículo con una carrocería ultraligera de un material llamado Elektron, una aleación de magnesio un 30% más ligera que el aluminio. El 300 SLR pesaba apenas 800 kg a pie de pista.

En el momento del accidente, Hawthorn pilotaba un Tipo D y era seguido de cerca por Levegh (300 SLR) y Fangio (300 SLR). A las seis y veintiséis de la tarde, después de más de dos horas de carrera, en la vuelta 35, Hawthorn adelantó a Macklin (Austin-Healey 100), mucho más lento que el Jaguar, y frenó para entrar en boxes. Los frenos de disco hicieron que el Jaguar se detuviera demasiado rápidamente. Macklin esquivó el Jaguar ocupando el centro de la pista, pero no vio que Levegh y Fangio se le echaban encima a toda máquina. El choque fue inevitable.

El Austin-Healey 100 tenía una cola en forma de trampolín que hizo que el 300 SLR de Levegh saliera volando. Fangio evitó el choque de puro milagro, mientras Levegh caía sobre un terraplén de arena, a la izquierda de la pista, que servía para proteger al público de las gradas. ¡Qué tremenda ironía! Porque el 300 SLR se clavó en el terraplén, pero destrozó las bridas que sujetaban el grupo motor. El eje delantero, partes de la transmisión y el pesado motor del automóvil salieron volando y cayeron sobre el público. Levegh también salió volando y se aplastó la cabeza contra la pista, mientras la chatarra del 300 SLR, a doscientos kilómetros por hora, abría brechas sangrientas entre el público. La matanza fue espantosa.

Además, reventó el depósito de combustible y el automóvil se incendió. Como la carrocería era de magnesio y el magnesio tiene un punto de ignición relativamente bajo, ardió con efectos pirotécnicos. Peor todavía: el agua de los bomberos avivó el incendio, pues el magnesio arde en contacto con el agua. El Elektron explotaba y lanzaba partículas de metal fundido en todas direcciones. Metralla y fuego dejaron ochenta y cuatro muertos y más de un centenar de heridos. Horas después, en noche cerrada, la carrocería seguía ardiendo y echando chispas.

Sorprendentemente, no se detuvo la competición. Se quiso evitar que el público invadiera la pista y provocara más accidentes (en aquel entonces, los coches no llevaban radio y la mayoría de pilotos no sabía nada de la catástrofe). La única ambulancia en el circuito hizo lo que pudo y el pequeño hospital de Le Mans se vio superado por los acontecimientos. Imagínense el horror.

Mercedes-Benz se retiró de la competición aquella misma noche. No volvió a la competición deportiva hasta los años ochenta. Hawthorn fue exculpado: lo sucedido había sido un accidente y no se podía responsabilizar a nadie del suceso. Pero Francia, España, Suiza y Alemania prohibieron las carreras de automóviles y la prohibición sigue vigente en Suiza. Pasaron meses hasta que no se celebró otra carrera importante, el RAC Tourist Trophy, en septiembre, seguida de la Targa Florio en octubre. Ninguna más en 1955.

En YouTube se puede ver este noticiario de la Pathe News sobre la carrera de Le Mans de 1955.

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