¿Cómo dice?

En algunos círculos es de mala educación decir que Cuba vive sometida a una tiranía o que un personaje como Hugo Chávez nos haría un favor a todos retirándose de la vida pública y recluyéndose en un convento de monjes trapenses en algún lugar remoto de la Mongolia Noroccidental. El argumento para avalar esta opinión es dejarlos hacer y observar, pues ellos mismos con sus obras se retratan. Luego, quien no quiera ver, que se gradúe la vista.

Así, por poner un ejemplo, Chávez, el defensor de la libertad de su pueblo, censura la emisión de The Simpsons en Venezuela por atentar contra la formación de los niños, interfiere en el acceso a internet de los venezolanos, prohíbe la muñeca Barbie por imperialista y la Coca-Cola Zero porque su venta responde a un plan para acabar con la virilidad del macho nacional. Esto les pone, lo del macho nacional.

La (pen)última, la Guerrilla Comunicacional. Se toma a unos adolescentes adoctrinados convenientemente, provistos de altavoces, aerosoles de pintura, petardos, etc., y se los deja ir para que se dediquen a sabotear las emisiones de radio y televisión y las ediciones o puntos de venta de la prensa escrita que todavía se atreven a contradecirle. Quien organiza este grupo de gamberros es el Ministro de Poder Popular para la Educación (sic), que la define como una estrategia de producción de contenido social (¿cómo dice?). Esta Chavezjugend ya ha protagonizado alguna que otra escena desagradable y no traerá nada bueno.

Pero ¿qué estaba diciendo? Sí, que lo mejor es dejarlos hacer y observar. Son esperpénticos, y uno reiría de buena gana de sus locuras si no fuera que hay gente que las padece.

Lean, si no, las declaraciones de Evo Morales, otro que tal, en la I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra, que organiza él mismo mismamente, para poderse oír cuando habla.

Se ha dedicado a atacar a los alimentos transgénicos. ¿Por qué no? Detrás del follón de los transgénicos corre una cuestión económica: ¿puede alguien patentar (una variedad de) una planta? Lo normal es que el señor Morales dijera que no, que nadie tiene derecho a patentar una forma de vida, etc., o que argumentara que un bien imprescindible para la alimentación y la supervivencia de gran parte de la población de su país no puede estar sometido al capricho de una multinacional. De acuerdo o en desacuerdo con esa opinión, es lo que podría haber dicho y es razonable.

Pero sus argumentos han sido otros, y los enumero para que vean a qué pájaros nos enfrentamos.

La calvicie que parece normal es una enfermedad en Europa; casi todos son calvos, y esto es por las cosas que comen, mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque no comemos otras cosas, ha dicho, dando a entender que los transgénicos provocan la alopecia. Las mujeres europeas, en cambio, comen lo mismo y no hace falta decir más.

No calla, sigue. La existencia de hombres homosexuales en todo el mundo es debida, sostiene, a la ingesta de pollo criado en grandes explotaciones industriales, porque, avisa, esos pollos están todos cargados con hormonas femeninas. Observen que Morales también reivindica la virilidad del macho nacional: la culpa de la existencia de maricones la tiene el capitalismo imperialista, que váyanse a saber qué pone en el pollo. Sobre las lesbianas, en cambio, no se ha pronunciado. Será que no comen pollo.

No contento con estas perlas, añade otras. La patata holandesa sólo sirve para comer y comer, pero no para alimentarse, por ejemplo. Aplausos.

Finalmente, reivindica las propiedades curativas de los productos tradicionales andinos, que considera más efectivos que los remedios de la industria farmacéutica occidental. Un tópico. Lástima, porque ¡había sido tan original hasta el momento...!

En fin, mejor no ser calvo, maricón y farmacéutico en esa tierra dejada de la mano de Dios. ¡Pobre gente! Compadezco a sus súbditos.

De una cosa estoy seguro: alguno de por aquí le dará la razón a don Evo. Tiempo al tiempo, porque tontos no faltan. Será por el pollo, digo yo.

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