Desayuno de proximidad


Hace un tiempo, los hoteleros catalanes se quejaban de la manera como se establece la categoría de un hotel en el país. Decían, y no les faltaba razón, que tenían que puntuarse mejor los servicios que se ofrecían que los metros cuadrados de tal o cual instalación. La última reunión del Consejo de Gobierno de la Generalidad de Cataluña antes de las elecciones ha respondido a esta demanda del sector.

El decreto que se ha publicado trae consigo muchas novedades. Por ejemplo, crea las categorías cuatro estrellas superior y cinco estrellas Gran Lujo (así, con mayúsculas) y clasifica a los hoteles no tanto en función del tamaño de las habitaciones, sino en función de la calidad del servicio, y eso, a decir del señor Clos, presidente del Gremio de Hoteles de Barcelona, no está mal, sino bien. Lo del desayuno es una anécdota, ha añadido presuroso. Pero ¿qué es eso del desayuno?

El decreto establece como obligatorio para cualquier hotel que aspire a las cuatro estrellas un servicio de almuerzo con productos tradicionales. En pocas palabras, un desayuno catalán, lo que ha promovido el pitorreo del personal. De verdad que es el chiste del día, y no es para menos. Especialmente cómico (por no decir ridículo) ha sido el Hble. Sr. Huguet, conseller de este asunto, cuando ha declarado en rueda de prensa: Hay mucha moda de servir beicon y huevos fritos. Pero esto no es típico aquí. Los establecimientos deben también ofrecer pan con tomate, embutidos de la tierra... La ley de Poe en su máxima expresión.

El señor Clos, el del gremio, preguntado por el desayuno ha respondido que hace tiempo que sus hoteles sirven mermelada del país, para ponerla en la tostada, del país, también, y lo ha dicho así, con un poco de cachondeo en el cuerpo. No es para menos. La cuestión de los productos de proximidad es una leyenda del ecologismo que no tiene fundamento y una estupidez nacional que se inventaron los franceses, para no perder las subvenciones europeas para la agricultura. El coste energético del transporte en relación con el coste de cualquier alimento rara vez supera el 4%. Que sea de aquí no quiere decir que sea mejor (ni peor), ni que tenga más o menos impacto ambiental, aunque será más fácil tenerlo a mano, y casi seguro que los huevos y el beicon que sirve un hotel catalán tendrán su origen en gallinas y cerdos catalanes.

Promover el producto de proximidad en un país rico es quitarle el pan al agricultor de un país pobre, que hace mejores productos y más baratos, es un proteccionismo feroz, pero de buen rollo, que no se nota y queda bien en televisión, aunque cause estragos en los horticultores mediterráneos. Además... Qué narices, digamos las cosas por su nombre: tener que servir pan con tomate para tener cuatro estrellas en Cataluña es una solemne gilipollez. Ya puestos, ¿por qué no unos ous fregits amb cansalada?

2 comentarios:

  1. El 4% es un número que queda muy, pero que muy bien. Pero vamos a ver, tomémonos un día de vacaciones y salgamos a navegar al mar. Es una propuesta no tan mala. Nos apostamos en el estrecho de Gibraltar y vemos cuántos cargueros pasan con carne argentina, fruta de Chile, plátanos de Guatemala. Seguimos con la imaginación el reguero de litros y litros de gasoil tirados al mar, bien camuflados tras la estética estela blanca, y eso que no nos acordamos de la cantidad de plástico que tiran los marineros o de las veces que abren los depósitos de gasoil para limpiarlos en alta mar.
    O bien nos tomamos nuestro coche Seat y nos apostamos a un lado de la autopista para ver los camiones que transitan y miramos sus matrículas: Bulgaria, Suecia, Alemania... nos fijamos en lo que pesan y lo que gastan de asfalto, nos paramos un momentín en una gasolinera y les vemos repostar.
    Es evidente que, si compramos los productos en una granja de nuestra província, hemos producido un 0% de gasoil en el mar y el paseíllo de las lechugas y los tomates en los camiones -más ligeros, además, pues sólo cubren los tramos internos- va a ser mucho menor. Llámale el 4% o el 25%: es pura lógica y no tenemos ni que comprenderlo en números. Un ahorro evidente de carburante y de contaminación.

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  2. Dos cosas.

    La primera, el consumo de energía de los productos "de proximidad" y de los demás productos en la mesa es aproximadamente el mismo. En los países del Norte (los principales consumidores) el impacto energético de la importación es menor (repito, menor) que el de la producción nacional. En el Mediterráneo, pues depende, pero no existe una gran diferencia entre éstos y aquéllos. Por unidad de alimento consumida, el pequeño cultivo local tiene un gasto superior al del gran cultivo extranjero, incluyendo transporte (aunque sea transatlántico).

    Pero dejando a un lado las (posibles o hipotéticas) ventajas de consumir productos de aquí o de allá, lo que me saca de quicio es que vaya el Gobierno y me diga qué tengo que servir en el desayuno. Pero ¿¡qué se han creído!? A ver si no puedo servir el desayuno que me venga en gana, o el que me pidan mis clientes. Este tipo de intervencionismo es esperpéntico, ridículo, absurdo.

    En un país serio, el ministro que propusiera algo así sería el hazmerreír del público y tendría que dimitir por vergüenza propia y ajena. Pero ¿quién ha dicho que éste sea un país serio?

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