El conseller de Economía y Conocimiento (sic) de la Generalidad de Cataluña dice que para tirar esto adelante se necesita endeudar hasta las orejas y reducir el presupuesto de la comunidad un 10%. En ésas estamos.
Observo, en un breve paréntesis, que cuando un político afirma que tal cosa no puede hacerse, la mayor parte de las veces quiere decir que no sabe hacerla. En ese caso, el inepto prefiere cambiar lo prioritario por lo fácil, y presentarlo como inevitable. Es decir, prefiere no complicarse la vida y no establece prioridades.
Cerrado el paréntesis, éste parece el caso del nuevo Gobierno. En Cataluña, la rebaja del presupuesto se repartirá equitativamente entre todos los departamentos. Lo mismo se reducirá la promoción de los bailes populares que el coste de la enseñanza primaria; el mismo criterio se establecerá en la disminución del déficit de la radio y televisión públicas que en la rebaja del coste de la sanidad pública. Perdonen, pero ésta es una de mis obsesiones, que se ponga por delante de la sanidad pública una televisión ñoña, del Barça y con una audiencia media del 14% y bajando.
Decíamos que el Gobierno quiere reducir el gasto sanitario un 10%, cuanto menos. Se barajan varias opciones, y se dicen en voz alta. Nadie se escandaliza, y ése es el drama. ¿Qué opciones baraja el nuevo Gobierno? Véanse.
Una, reducir la plantilla de los hospitales: menos médicos y enfermeras, que tendrán que trabajar más (sic, palabra de don Baudilio). Dos, retirar el control de las listas de espera; lo que es lo mismo, reducir el número de operaciones no urgentes (cataratas, prótesis de rodilla, etc.) para que la espera máxima por una de estas operaciones pase de seis meses a un año. ¡Un año...! Espera que no contabiliza las pruebas diagnósticas, que también suman lo suyo. Tres, si se supera el plazo máximo y uno acude a un centro concertado, se pagará menos por la operación, y don Baudilio quiere cerrar esos convenios, para que los enfermos que no puedan resistir la espera vayan a un centro privado y paguen la intervención quirúrgica... siempre que puedan pagarla, claro está. Así se aliviarán las listas de espera, sostiene don Baudilio, el cínico, porque hay que ser cínico o tener un par así de grande para decir semejante barbaridad. La cuarta opción es la suma de una, dos y tres, y será la que finalmente se aplicará, si Dios no lo remedia.
En ningún caso se ha previsto la depuración del exceso de cargos directivos de la sanidad pública, ni la racionalización burocrática o administrativa, ni una colección de gastos perfectamente prescindibles que, según datos de la Comisión Vilardell, ahorraría un 30% del coste de la sanidad pública. No es ésa la prioridad, porque los responsables de la sanidad pública no sabrían cómo hacerlo... y porque ellos mismos forman parte del problema. ¡Qué triste perspectiva! No tenemos gente preparada en el Gobierno, ni la hemos tenido en los gobiernos anteriores, seamos justos. Pero ¡qué importa! Tenemos TV3.
Lo que hemos tardado tantos años en conseguir, lo van a destrozar en una legislatura. Don Baudilio ha puesto manos a la obra y nadie mueve un dedo para pararle los pies. En casos como éste, me pregunto si realmente tenemos lo que nos merecemos, y la respuesta, ya sea sí o no, me apena profundamente.
Observo, en un breve paréntesis, que cuando un político afirma que tal cosa no puede hacerse, la mayor parte de las veces quiere decir que no sabe hacerla. En ese caso, el inepto prefiere cambiar lo prioritario por lo fácil, y presentarlo como inevitable. Es decir, prefiere no complicarse la vida y no establece prioridades.
Cerrado el paréntesis, éste parece el caso del nuevo Gobierno. En Cataluña, la rebaja del presupuesto se repartirá equitativamente entre todos los departamentos. Lo mismo se reducirá la promoción de los bailes populares que el coste de la enseñanza primaria; el mismo criterio se establecerá en la disminución del déficit de la radio y televisión públicas que en la rebaja del coste de la sanidad pública. Perdonen, pero ésta es una de mis obsesiones, que se ponga por delante de la sanidad pública una televisión ñoña, del Barça y con una audiencia media del 14% y bajando.
Decíamos que el Gobierno quiere reducir el gasto sanitario un 10%, cuanto menos. Se barajan varias opciones, y se dicen en voz alta. Nadie se escandaliza, y ése es el drama. ¿Qué opciones baraja el nuevo Gobierno? Véanse.
Una, reducir la plantilla de los hospitales: menos médicos y enfermeras, que tendrán que trabajar más (sic, palabra de don Baudilio). Dos, retirar el control de las listas de espera; lo que es lo mismo, reducir el número de operaciones no urgentes (cataratas, prótesis de rodilla, etc.) para que la espera máxima por una de estas operaciones pase de seis meses a un año. ¡Un año...! Espera que no contabiliza las pruebas diagnósticas, que también suman lo suyo. Tres, si se supera el plazo máximo y uno acude a un centro concertado, se pagará menos por la operación, y don Baudilio quiere cerrar esos convenios, para que los enfermos que no puedan resistir la espera vayan a un centro privado y paguen la intervención quirúrgica... siempre que puedan pagarla, claro está. Así se aliviarán las listas de espera, sostiene don Baudilio, el cínico, porque hay que ser cínico o tener un par así de grande para decir semejante barbaridad. La cuarta opción es la suma de una, dos y tres, y será la que finalmente se aplicará, si Dios no lo remedia.
En ningún caso se ha previsto la depuración del exceso de cargos directivos de la sanidad pública, ni la racionalización burocrática o administrativa, ni una colección de gastos perfectamente prescindibles que, según datos de la Comisión Vilardell, ahorraría un 30% del coste de la sanidad pública. No es ésa la prioridad, porque los responsables de la sanidad pública no sabrían cómo hacerlo... y porque ellos mismos forman parte del problema. ¡Qué triste perspectiva! No tenemos gente preparada en el Gobierno, ni la hemos tenido en los gobiernos anteriores, seamos justos. Pero ¡qué importa! Tenemos TV3.
Lo que hemos tardado tantos años en conseguir, lo van a destrozar en una legislatura. Don Baudilio ha puesto manos a la obra y nadie mueve un dedo para pararle los pies. En casos como éste, me pregunto si realmente tenemos lo que nos merecemos, y la respuesta, ya sea sí o no, me apena profundamente.
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