No daba crédito a lo que veía. El pueblo egipcio, en masa, salía a la calle para limpiar las aceras, fregar los suelos, repintar las señales de tráfico de la calzada y dejar el escenario de las manifestaciones pasadas como los chorros del oro. Un acto espontáneo, una catársis colectiva, un sacarse de encima toda la porquería que ha convertido a la humilde escoba en símbolo de esperanza.
Ahora que pienso, no recuerdo en casa nada parecido.
Ahora que pienso, no recuerdo en casa nada parecido.
Ah, però és que a casa hem tingut mai una revolució?
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