No entraré en detalles, que para eso está la prensa. El señor Millet está implicado en un caso de corrupción urbanística, ése del Hotel del Palau. Entre los acusados, cargos del Ayuntamiento de Barcelona. Los vecinos piden siete años de cárcel para el egregio patriota, que se llevó a casa una comisión de casi, casi, un millón de euros. La Generalidad de Cataluña retiró la acusación particular contra las trapacerías del señor Millet hace pocos días, porque el actual equipo de gobierno siente picores cuando acusa de latrocinio y sinvergonzonería a un señor que les facilitaba el cobro de comisiones a empresas de diversa índole. Favor por favor...
Con todo, la jueza que instruye el caso se comunicó hace pocos días con el Gobierno de la Generalidad de Cataluña. Según explican los periódicos, la jueza informó que la comisión que cobró el señor Millet podían repartírsela las partes perjudicadas por sus tejemanejes, y la Generalidad de Cataluña (es decir, todos nosotros), fue parte perjudicada por los chanchullos del hotelito de marras. Según la instrucción del caso, el Palau de la Música podría reclamar seiscientos y pico mil euros y la Generalidad de Cataluña, trescientos treinta mil (330.000).
Pues, agárrense, nuestros líderes patrios han dicho que no, gracias, que renuncian a su parte del pastel, que la jueza puede hacer con esos 330.000 euros lo que le venga en gana. Así, la Generalidad de Cataluña, que ya se retiró como acusación particular contra los señores Millet y Montull, ahora ni siquiera reclama reparación por los daños ni lo que es, legalmente, su parte de una comisión.
Es que vamos sobraos, habrá declarado la portavocía.
En medio de tantos recortes, menos da una piedra. Rechazar este dinero es una insensatez. Aunque sea poco dinero, que no lo es, es un símbolo. Rechazarlo es dar alas a la corrupción. Pero... ¿es poco dinero? ¿Poco?
330.000 euros es lo que cuesta mantener un año una cama de hospital para pacientes con graves enfermedades o que han pasado por severas intervenciones quirúrgicas, coste que incluye las intervenciones, los medicamentos, etc. Con 330.000 euros más en un hospital como el de Bellvitge o Vall d’Hebron, salvaríamos unas cuantas vidas.
¿No les convence la idea? Quizá podría destinarse el dinero a otra cosa. Un año de Jordi Pujol vivo nos cuesta un pastón. Cobra más de ochenta y seis mil euros al año, porque sí, más 85.000 euros (aproximadamente) por el personal a su servicio (secretarias y ayudantes), más el coste de una oficina de alquiler enfrente de la Pedrera, en el paseo de Gràcia (que no bajará de 40.000 euros al año), más coche oficial, más un mosso d’esquadra en funciones de escolta, más los servicios de seguridad, formados por una sección de cuatro o cinco mossos d’esquadra que van de aquí para allá y no se están quietos un minuto, más el coche patrulla... Con 330.000 euros no tenemos ni para empezar. Montilla, más o menos.
Según la tarifa vigente, con 330.000 euros tenemos para reventar los sesos con una escopeta a unos ocho elefantes de Botsuana. Pero, atención, hay que contar con el billete de ida y vuelta en un jet privado, más la amante, el güisqui, los ocho escoltas, los diez o quince días a todo trapo en los exóticos bungalós de una reserva de caza, más los porteadores negros (qué sería del safari sin porteadores), más... En fin, que si luego sumamos el viaje de vuelta con el servicio médico y los costes de recomponer una cadera en una clínica privada, sin lista de espera, nos vamos mucho más allá de esos 330.000 euros y apenas nos da para un elefante.
Puede que sí, que 330.000 euros sean poco dinero y no valga la pena pelearse por ellos. Cómo está la vida de cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario