El lío de la Síndone (I)

En 1357, la viuda de Geoffroy de Charny expuso en una iglesia de Lirey, perteneciente a la diócesis de Troyes, Francia, la que hoy se conoce como la Síndone, o la Sábana Santa. En el Museo Cluny, en París, se conserva un medallón con las armas del caballero y su viuda en el anverso y en el reverso, la que podría ser la primera imagen de la reliquia. Sabemos esto porque Henri de Poitiers, obispo de Troyes, había prohibido venerar la imagen, que, dijo, era una falsificación y un fraude.

En aquellos tiempos, se compraron y vendieron reliquias por docenas, que se fabricaban en talleres especializados. En los orígenes del Imperio Carolingio surgieron algunas reliquias encargadas por el Emperador o algunos monarcas europeos, como la Lanza de Longinos o el Sudario de Oviedo, que tenían una clara intención política, pero el otro gran momento de los hacedores de reliquias fue el siglo XIV, sacudido hasta los cimientos por la Peste Negra, acicate de histerias religiosas colectivas, origen de tremendas supersticiones, época de confusión y desamparo, y a río revuelto, ganancia de pescadores.

Yo mismo he visto, en diversos relicarios que se conservan en la ciudad de Florencia, tres dedos índices (tres) de San Juan Bautista y un brazo de la Virgen María, que contradice la teoría de su Ascensión, además de una oreja de Isaac (sic), el himen intacto (sic) de Santa Nosequién, virgen y mártir, y un largo y repugnante etcétera de restos y visceras de santos, profetas y mártires. Es de las pocas veces que me he mareado en un museo. Todos esos macabros recuerdos estaban fechados en el siglo XIV, como la Sábana Santa o los tres brazos de San Antonio (tres, también) que se veneran en Sicilia, o la media docena de Santos Griales que se exponen en las catedrales europeas. ¿Saben que, cuando apareció la Síndone, aparecieron hasta cuarenta Sudarios más?

A lo que íbamos. El obispo de Troyes prohibió venerar la imagen de la Síndone porque sabía que era falsa. Esa prohibición es el primer testimonio escrito que se conoce de la Sábana Santa. Pero no le hicieron ni caso, al señor obispo, porque la sábana que había envuelto el cadaver del Cristo antes de su Resurrección era una atracción turística de primer orden y la familia de Charny y los habitantes de Lirey conocieron la prosperidad gracias a las visitas de cientos de peregrinos.

Fue tanta la fama de esta veneración que el rey Carlos VI de Francia tuvo que ordenar que se retirara la falsa imagen de la iglesia de Lirey, por evitar la idolatría. Eso fue treinta años después de su primera aparición en público. Los enviados del rey casi no lo cuentan. Venimos a retirar la imagen, dijeron, y tuvieron que poner pies en polvorosa para salvar su vida, porque los quisieron matar los villanos y los curas del cabildo.

En una carta al papa de Aviñón (véase la fotografía), Pierre D'Arcis, sucesor de Henri de Poitiers en el obispado de Troyes, denunció de nuevo el fraude. Cuestionaba la autenticidad de la Síndone argumentando que ésta no aparecía en los Evangelios. Bah, un argumento cuestionable. Pero luego añadía, y copio: Un examen riguroso descubrió eventualmente cómo la imagen había sido astutamente pintada, siendo la verdad corroborada por el propio pintor, esto es, que fue producto de la mano del hombre y no fue forjada ni se formó milagrosamente.

D'Arcis había conocido al falsificador (qué lástima que no nos haya llegado su nombre), y denunciaba al papa de Aviñón que la familia de Charny había ocultado la falsa reliquia cuando su antecesor, Henri de Poitiers, había querido examinarla de cerca. D'Arcis no tiene ninguna duda sobre el fraude. De hecho, nos explica que el falsificador, cito, tras dibujar con audaz maña la imagen a doble cara de un hombre, es decir, vista frontal y dorsal, declaró falsamente y pretendió que se trataba del sudario en el que Nuestro Salvador Jesucristo fue envuelto en el Sepulcro, y sobre el que la figura completa de Nuestro Salvador ha permanecido por ello impresa junto a las heridas que portaba. Vaya, que vendió gato por liebre y el obispo lo había pillado.

Poco caso hizo el papa de Aviñón al señor obispo. Era entonces Clemente VII el antipapa del Gran Cisma de Occidente, que, ante la cuestión de la Síndone, valoró por un lado la verdad y por el otro, la credulidad del pueblo, y escogió prescribir indulgencias para los que peregrinaran para contemplar el Santo Sudario, a tanto la indulgencia, supongo. Por si acaso, por si iban mal dadas, el (anti)papa que promovió el negocio se cubrió las espaldas ordenando que la propaganda no mencionara el Verdadero Sudario, sino el Santo Sudario, sin más. Mejor manejar al vulgo que no quitarle un caramelo de la boca, se dijo.

De esos polvos, esos lodos.

Porque este fin de semana, muchos años después de la inútil empresa de los obispos de Troyes, en el Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia se celebra el I Congreso Internacional de Sindonología. Se han inscrito cuatrocientas personas, convencidas de la irrebatible autenticidad del Santo Sudario.

Se me ocurren varias preguntas:

La primera, que cómo es posible que nadie diga que es el primer congreso internacional de Sindonología si los sindonólogos no hacen otra cosa que congresos internacionales. Los mismos organizadores dicen que hacía diez años que no se celebraba uno así en España; el primero, lo que es el primero, no es. Muchas pretensiones veo yo a los organizadores, mucha modestia.

La segunda, que cómo es posible que la Facultad de Medicina ceda las aulas del templo del saber a la superstición.

La tercera, cómo serán las risas del artista que tomó el pelo a todos si se entera del congreso. Le estarán llamando al orden en el cementerio.

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