Conmoción magdaleniense



Un escritor, Marcel Proust, consiguió hacer de un bizcochito un monumento literario. Toma una magdalena, echa un trocito en su taza de té, observa cómo se deshace, recoge las migas con la cucharilla, se la lleva a la boca y... C'est voilà! ¡Uno de los momentos cumbres de la literatura occidental!

Desde tan modestos orígenes, la magdalena de Proust ha alcanzado tanta fama que parecía imposible. A la que uno ve una magdalena, ¡zas!, nos asalta Proust. Entre escritores, editores y gentes de letras, hay que desayunar croissants y tostadas con mermelada, bocadillos, lo que sea menos magdalenas, porque a la que sale uno con la magdalena ya la tenemos liada y se ponen todos tiernos y evocativos y el desayuno se convierte en un inacabable homenaje a un libro que nadie se ha leído.

De ahí que las últimas noticias sobre la magdalena de Proust hayan causado grandísima conmoción en el mundillo literario y entre tantos lectores magdalenienses. Se publican estos días los cuadernos de notas y apuntes de don Marcel, que Proust anotaba todo, todo, y le daba mil vueltas a cualquier detalle. También le dio vueltas a la magdalena, que en origen ¡no era una magdalena!

Con creciente espanto, los magdalenienses proustistas o proustianos (no sé bien) han descubierto que Proust estuvo considerando seriamente mojar una tostada en el té. ¡Qué aberración! ¡Por el Amor de Dios! ¡Una tostada...! El mal gusto le duró poco a Proust, que abandonó la idea de servirse de una tostada para evocar el tiempo perdido y alumbró la idea de emplear un bizcocho. Prosigue el espanto: ¡un bizcocho! ¡La madre! Pero ¿qué es esto? Una catástrofe, sin duda.

Tranquilos, ¡tranquilos! Proust optó finalmente por la magdalena tras comprobar que un bizcocho era (cito) wagneriano. No sé por qué un bizcocho es wagneriano. Quizá por su pesadez y consistencia, por el leit motiv que su presencia invoca en toda clase de pasteles... ¿Qué pensaría Nietzsche de los bizcochos? ¿También los encontró wagnerianos? Él era un experto en wagnerianismo y uno se pregunta si el nietzschismo no sería fruto de la indigesta de bizcochos. ¡Cuántas preguntas!

En fin, escogió una magdalena, partió un trocito, lo arrojó a su taza de té...

Me está entrando hambre.

4 comentarios:

  1. http://elpais.com/m/elpais/2015/10/01/eps/1443701033_404616.html

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    1. http://www.elrincondebea.com/2007/10/las-madeleines-de-marcel-proust.html

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  2. Anda que dedicarse a hablar de las magdalenas de Proust qué nivel, Luis. Salvarás el mundo.

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    1. Es mucho más interesante que hablar de política, hoy en día.

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